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sábado, 6 de agosto de 2011

La Oracion y la JMJ Madrid 2011



Ahora que estamos tan próximos a la Jornada Mundial de la Juventud, que se efectuara en la ciudad de Madrid, bien vale la pena tener en cuenta, el tema de la ORACION



La Oración en los Ejercicios Espirituales - 1º Parte

1.- Que es la Oración ?

Vamos a presentar algunas ideas y pensamientos sobre la oración.
La oración siempre es muy importante; pero lo es particularmente durante todo el retiro y en los Ejercicios Espirituales que vamos a hacer. Es nuestra ocupación mayor y lo que más debemos atender, cuidar (examinar) y compartir con el acompañante.
• Orar no es igual que rezar, o decir muchas palabras (y con esto, no queremos decir que rezar sea malo; pero orar tiene otro valor, es otra cosa)
• Orar es como conversar con una persona a la que le tengo mucha confianza (con esa persona no sólo converso de los demás, sino que le llego a contar mis asuntos, lo que sufro y lo que me alegra y sé que no va a ir con el chisme a otras personas)
• Orar es conversar con un amigo , como dice expresamente S. Ignacio: "como un amigo habla con otro amigo" [EE. 54]
• Una persona lo decía así en una reunión de los Ejercicios en la Vida Corriente: "ya hemos perdido el miedo a hablar con Dios." Esa es una experiencia fundamental en nuestra vida. Esto quiere decir que ya no se trata de decirle a Dios muchas palabras, o con miedo que nos vaya a castigar por algo que pudimos hacer mal, o que no tengamos nada especial que decirle. A Dios intentamos quererlo de verdad, y sabemos que El nos quiere siempre y de todo corazón.
"El agua del pobre es la lluvia"
Y sin Dios y sin oración, no podemos vivir. Así piensa nuestra gente. Y lo mismo piensa de Dios y de la oración: como algo muy natural, nada complicado, ni forzado... pero muy importante, indispensable en nuestra vida... Y sabe la gente sencilla que con el agua de lluvia se cocinan y se lavan mejor muchas cosas...Y también sabe que con Dios y con la oración sí se puede vivir...

• Orar es algo humano, muy humano ... por eso no oran mejor los que más saben, sino los que más viven ... y por eso dice Jesús: "Te doy gracias, Padre, porque has ocultado estas cosas a los sabios e inteligentes y se les has mostrado a los pequeñitos" (Lucas10,21)

• La oración cristiana debe guiarse por la oración que Jesús oró y por la que El nos enseñó: El PADRE NUESTRO (esa oración sentida, cayendo en la cuenta de lo que se dice, no repitiendo meras palabras... Jesús decía a sus apóstoles que así era como había que orar al Padre). Precisamente es muy buen ejercicio de oración rezar el "Padre Nuestro" palabra por palabra, frase por frase, tratando de sacarle provecho espiritual a cada palabra, no pasando a otra palabra demasiado rápido o con apuro, y tratar siempre de descubrir todo el sentido, viviendo la misma intención que Jesús tenía cuando oraba esta oración.
• Muchas veces podemos en nuestra preocupación por hacer oración, preguntarnos si hay algún libro bueno para eso, algún método fácil para orar, y la verdad es que la raíz de la oración está en uno mismo, la mejor fuente, el mejor pozo, lo tenemos en nuestro corazón
• Orar es dejar a Dios que nos haga descubrir la necesidad que tenemos de El.
• Orar es dejar que Dios, nos haga sentir el amor que El nos tiene,
• Orar es sentirse hijo de Dios. Sentirse cómo uno es tan pequeño ante un Dios que es tan bueno y misericordioso,
• Orar es dejarse llenar de los mismos sentimientos de Jesús:
- Para pensar como pensaba Jesús
- Para sentir como sentía Jesús
- Para querer lo que quería Jesús
- Para amar como amaba Jesús
- Para hablar de lo que hablaba Jesús y como El
- Para actuar como actuaba Jesús
• La oración de Jesús.
Algunos textos bíblicos nos pueden ayudar para comprender mejor cómo oraba Jesús:
Mateo 6,7-8: es necesario orar con sencillez, sin mucha palabrería,
Marcos 14, 36: orar con total confianza en Dios Padre,
Marcos 15, 34: es decir como Jesús: "Dios mío, Dios mío",
Lucas 3,22: oramos y Dios nos mira con cariño,
Juan 15, 1-2: La oración nos debe llevar a producir fruto,
Lucas 6,12: Jesús se retiraba a orar,
Lucas 10, 21: Las cosas de Dios las comprenden los sencillos,
Lucas 22, 31: Es conveniente orar por los demás.
• San Ignacio cuando intenta darnos algún consejo fundamental sobre la oración, insiste mucho en esta idea:
"No el mucho saber llena y satisface a la persona,
sino el gustar y sentir internamente' [EE.2]
• Si yo sé "hacer tortilla sólo en teoría", no disfruto del sabor de comerme una tortilla. Y lo mismo sucede con cualquier otra habilidad que tenga, pero sólo en teoría. No le saco ningún provecho a esa habilidad. Lo mismo pasa con el amor a Dios, o con el compromiso de trabajar por los demás. Es importante gustar y sentir internamente. Eso es orar. No es sólo saber la teoría de la oración, sino el hacer y gustar la oración.
• "Nadie aprende a ver de otro. Se ve naturalmente. Así ocurre con la oración. La oración no se aprende de otro. Ella es su propio maestro. Dios concede el don de la oración a quien ora". [San Juan Clímaco]
• Algunas notas que nos pueden ayudar para comprender, cada vez mejor, lo que es la oración:
- Orar es vivir, no es "soñar", sino salir del "sueño" que vivimos. Orar es despertar, es vivir la vida, la que vivimos... la que Dios quiere que vivamos... La oración que nos saca y hace huir de la vida, la que nos hace dormir y estar tranquilos... no es oración. ¡Eso no es vivir! sino que es dormir y soñar...
- La oración tampoco es "pensar" en Dios. Sólo eso no basta. "Pensar en Dios" y no hacer nada por los demás, ¡no basta...!
- La oración hay que viviría. Es decir, hay que vivir el encuentro con Dios. Una cosa es soñar en un río y otra cosa es estar y disfrutar del río... Una cosa es saber hacer una tortilla y otra cosa muy diferente es ¡comerla...! Y lo mismo se puede decir que la sed se quita bebiendo agua y no "pensando" o "soñando" que en el Cercado de Lima ¡hay una fuente muy sabrosa de agua fría...!
La oración no se discurre ni se piensa... ¡se vive!, y lo mismo sucede con la amistad.

Referencias: Guías de ayuda para hacer los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola en la vida corriente. Ignacio Huarte, SJ



2. Necesidad de la oración
Escrito por el padre Vicente Gallo, S.J.

Ya un Salmo del Antiguo Testamento proclama: “Si el Señor no construye la casa, en vano se afanan los que la edifican; si el Señor no guarda la Ciudad, en vano vigilan los centinelas” (Sal 127). Y es Jesucristo, en quien nosotros creemos, el que enseña, como necesidad inapelable, que acudamos a Dios con nuestra plegarias, diciéndonos: “Si vosotros siendo malos sabéis dar cosas buenas a los hijos, cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quien se lo pidiere” (Lc 11, 13).
Nos enseñó igualmente que sin él no podemos hacer nada (Jn 15, 5). Para enviar a los suyos a ser sus testigos en el mundo entero, en medio de las resistencias y obstáculos que habían de encontrar, les manda que permanezcan en oración hasta ser revestidos de la fuerza de lo alto mediante el Espíritu Santo prometido por el Padre (Lc 24, 49; Hch 1, 4). Porque el Espíritu Santo les recordaría todo lo que Jesús había enseñado (Jn 14, 26), y ese mismo Espíritu pondría en sus labios lo que deberán decir (Lc 12, 12). Además, para expulsar las fuerzas del Maligno sólo podrán hacerlo mediante la oración y el ayuno (Mc 9, 29; lo mismo que para no caer en la tentación (Lc 22, 46).
En el apostolado de todos los Movimientos actuales, quizás se trabaja mucho y con métodos muy estudiados; pero es general tener que lamentar el poco fruto que se cosecha. Sin duda, la razón es que deberíamos reconocer que, trabajando mucho y muy inteligentemente, lo que falta es mucha más oración: “Ni el que planta ni el que riega son algo, sino el Señor que hace fructificar” (1Co 3, 7). San Pablo no sólo oraba él, sino que pedía a sus fieles que colaborasen con su trabajo orando por él para fructificar y para superar tantas penalidades (Rm 15, 30; 2Co 1, 11; Col 4, 3; etc); y que fuesen perseverantes en la oración por ellos mismos (Rm 12, 12; Ef 6, 18; 1Ts 5, 17; etc).
El Rosario es un modo excelente de orar, muy fácil y recomendado para hacerlo en familia. Pensando en un Misterio de la Vida de Cristo, se reza el “Padre nuestro”, mas diez veces la súplica a la Virgen, con las alabanzas del ángel y de la Iglesia, para añadir “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte”. Rezando, por ejemplo, un denario por el amor de la pareja; otro, por los hijos; otro, porque no les falte el trabajo; otro porque tengan salud; y otro, por los difuntos de la familia. Así pueden rezarse muchos otros denarios, hasta veinte que están señalados, en cada uno pidiendo por una intención importante de tantas como se pueden encontrar.
Pero la oración en la que decimos que, como creyentes, hemos de ser perseverantes, no es sólo la oración de súplica. Es también la acción de gracias (Flp 4, 6), por tantos beneficios naturales y sobrenaturales recibidos de Dios, que se nos pasan sin agradecerlos, y que a Dios le duele mucho la ingratitud nuestra por ellos (Lc 17, 18). El modo de darle gracias a Dios debe ser reconocer el beneficio recibido, para, de nuestra parte, darle lo que nosotros podamos, comenzando por el debido poner a su servicio cada beneficio que reconocemos.
Otro modo de orar es pedir perdón a Dios por nuestros errores y pecados. Reconociendo cada falta cometida, acudir confiados a Cristo como Redentor, que cargó con nuestros pecados (Col 2, 14); y tratar de convertirnos a ser, con Jesucristo, fieles hijos de Dios (Ga 4, 6), dignos de ser la Iglesia “sin mancha, ni arruga ni cosa semejante, sino santa e inmaculada”, como ha de ser la Esposa del Santo Jesucristo. “Si pecamos, tenemos a uno que abogue ante el Padre, a Jesucristo el Justo; él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros sino por los del mundo entero” (1Jn 2, 1-2).
Y otro modo de orar, que ha de ser el primero, es de alabanza. Rindiendo nuestra adoración al que es Señor absoluto de todo y nuestro también. Adorándole y alabándole desde nuestra condición de seres racionales, conscientes, responsables, a semejanza del Creador. Venerándole debidamente con el amor de hijos honrando a tal Padre, unidos a Jesucristo. Adorándole y alabándole en nombre de todas las otras creaturas, que Dios las hizo para nosotros los hombres (Gn 1, 28-30), pero que, no teniendo inteligencia, nosotros somos esa inteligencia suya y ese corazón con los que todas las demás cosas reconozcan a su Señor y le adoren y alaben por medio nuestro. “En toda ocasión presentad a Dios vuestras peticiones, con oraciones y súplicas, con cánticos de acción de gracias” (Flp 4, 7).


Agradecemos al P. Vicente Gallo, S.J. por su colaboración.


http://formacionpastoralparalaicos.blogspot.com/2011/08/la-oracion-en-los-ejercicios.html