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lunes, 2 de mayo de 2011

II Domingo de Pascua 2011 - Dia de la Misericordia





Queridos hermanos en Cristo, Nuestro Señor y en María, Nuestra, la “Totus Tuus”, del recién Beato Juan Pablo II. Hoy es un día de gozo y festejo, de alegría, el Señor Resucitado se ha aparecido a sus discípulos y les ha dicho “Paz a ustedes”, esa paz que sonaba con fuerza en su santidad Benedicto XVI al empezar la Eucaristía de Beatificación de Juan Pablo II. Hoy, Dios se ha mostrado Misericordioso con todos nosotros su pueblo, no sólo por dejar que toquemos sus manos y su costado, sino que experimentemos su amor en la sencillez de un hombre que Él quiso hacer grande: “a los humildes los ensalzó”.
El Beato Juan Pablo II muchas veces, viendo y haciendo suyo las palabras de la Sagrada Escritura nos habló del testimonio de la unidad y del ejemplo de vivencia en la primera comunidad cristiana. El Beato fue un gran impulsor en la Iglesia, del sentido más radical del evangelio: la Solidaridad y el amor que debe existir entre nosotros, estilo de vida que impresionaba a los paganos y los llevaba a la conversión.
Todo esto, lo hacían “unidos en la oración”, los llevaba a perseverar en la Iglesia. La unidad, la fracción del pan y la oración distinguían la vida cristiana. Sin embargo, la Iglesia pronto tendría que enfrentar la adversidad de los discípulos de Cristo Señor.
Fue a la comunidad, reunida donde Jesús se apareció y Tomás no estaba con ellos y no creyó. El Señor se aparece a la Comunidad reunida y no a cada apóstol por separado, que importante es vivir nuestra fe en la comunidad, es allí donde Jesús se hace presente.
Al no estar en la Comunidad, el apóstol Tomás aparece como un incrédulo, que en Tomás podríamos traducir como alguien que tiene desconfianza. Tomás había dicho: “vayamos y muramos con Él”, y en el momento de la verdad huyó, como todos los demás. Cómo curar un corazón destrozado y lleno de desconfianza, y encima lo que Tomás vive es lo mismo que siente los demás antes de ver a Jesús otra vez, porque en todos ellos: “estaban con las puertas cerradas”.
Cuando nuestra vida se llena de tantas noticias malas, uno se vuelve muy desconfiando de las noticias buenas. Tomás no era un hombre perverso, Tomás no era un criminal, Tomás era un hombre hundido las noticias malas de su época y como los demás discípulos, un hombre que se sentía asustado, que se sentía desvalido, y por eso la “paz a ustedes” en boca del Señor, reconfortan, dan ánimo y dan esperanza.
Cuánto sufrimos tú yo cuando nos llegan malas noticias: que decirle a aquella familia que sigue buscando a su hijo en las montañas de Arequipa, familia peruana que sufre, como muchas en nuestra patria de modos diferentes; que decir a aquellas mamás que han perdido a su hijo tan querido y esperado, que decirte a ti cuando tienes malas noticias: Mira a Tomás, hundido por las malas noticias de su vida; pero reconfortado por Jesús Misericordioso.
Los Apóstoles se sentían amenazados, sentían que no tenían a nadie, y el terror se había apoderado de todos ellos. En este día que es día de misericordia del Señor, le pedimos a Jesús que nos dé ánimo nuestros corazones con su sola Palabra, la que fortaleció el corazón de sus discípulos asustados, angustiados y desconfiados.
Jesús corrige a Tomás, pero no lo trata con dureza, no lo humilla, no lo maltrata. Jesús “entiende” el drama de este hombre que le cuesta creer, comprende a este hombre que en su vida se ha llenado de tantas noticias malas.
Quiero decirles a todos los que se sientan triste hoy, nerviosos, escépticos, quiero decirles a todos los que se puedan sentir así, Jesús les ofrece hoy la señal de su amor, la señal de su misericordia.
Jesús entiende tu desconfianza, Jesús entiende tu dolor, Jesús entiende tu escepticismo, Jesús no te va a maltratar si te cuesta trabajo creer. En este día en que nuestra Iglesia celebra al SEÑOR DE LA MISERICORDIA, y nos ha regalado un Beato como Juan Pablo II, que tuvo un gran respeto por el ser humano, quiero decirte que Jesús con todas estas cosas alegres que vive la Iglesia se une al misterio del dolor que puedas estar pasando, y te vuelvo a decir Jesús, es la Buena Noticia.
El alma atribulada de Tomás que no encontraba en que apoyarse, en que sostenerse, sintió firmeza y encontró un cimiento al estar al lado de su Señor, de su Amigo, de su Dios y por eso dijo: “Señor mío y Dios mío”.
La vida cristiana es una vida construida sobre la esperanza, sobre una esperanza que no defrauda y que asegura el caminar por la vida.
Retomo las palabras de Cristo: “Paz a ustedes”, para dirigirme con cariño a todos los hogares cristianos. Nuestro hogar es el lugar de las relaciones interpersonales, el lugar en el que se cultiva el amor y la entrega sincera de sí a los demás. Pero también sabemos que nuestros hogares están asechados por muchos enemigos de dentro y de fuera. Las malas noticias también entran dentro de ellas.
Los enemigos de dentro nos llevan a las incomprensiones en las relaciones familiares: del esposo con la esposa, del padre con los hijos, de los hermanos entre sí. A veces, se trata de situaciones coyunturales: una desgracia, una riña, un malentendido que dan lugar a que se enfríen las relaciones familiares y a que se rompa la paz.
Sin embargo, somos conscientes de que la paz del hogar es un valor que debe salvaguardarse. La paz del hogar se logra con la aportación de todos, con el sacrificio de todos, con el perdón de todos. Sin perdón no puede haber paz.
En realidad, el perdón es ante todo una decisión personal, una opción del corazón que va contra el instinto espontáneo de devolver mal por mal. Dicha opción tiene su punto de referencia en el amor de Dios, que por medio de Jesús, perdonó a Tomás, a Pedro y a todos y los trato con mucho cariño y los comprendió a todos. Así pues, el perdón tiene una raíz y una dimensión divinas. Sepamos en nuestros hogares dar y recibir el perdón y veremos que crecerá la paz y que caminaremos por sendas de gozo y alegría, quizá, hasta entonces desconocidas.
Este mundo no sabe de misericordia, pero necesita misericordia, Jesús, sabe como está el mundo, le pedimos por medio de su Santísima Madre, la Totus Tuus, que nos lleve a la misericordia que sólo Él es capaz de dar y de transformar nuestra tierra, a Él la gloria por los siglos amén.

P. Richard Vélez Campos.