Escrito por: padre Javier San Martin SJ
COMENTARIO AL QUINTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, ciclo A
Mateo 5, 13-16.
6 DE FEBRERO 2011
Estimados amigos, Bienvenidos a nuestra cita dominical. Hoy nos reunimos para celebrar juntos el día del Señor. Hoy es el 5° domingo del Tiempo Ordinario del Ciclo A. El Señor Jesús con la sencillez de un buen predicador nos comunica lo esencial de una vida consagrada a su mensaje. El seguidor de Cristo no es aquel que viene a poner pintura en las paredes externas de la sociedad, ni tampoco el que solo llena de música y de palabras el ambiente.
El seguidor de Cristo es aquel que viene a transformar la sociedad pero desde dentro. Su meta es lograr que nuestro mundo, que nuestra compleja sociedad, adquiera un sabor cristiano, que es muy distinto al sabor de una sociedad capitalista, egoísta, o mundana. El sabor cristiano es el solidario, de entrega, de sangre, de amistad. Al mismo tiempo el seguidor de Cristo es aquel que debe hacer visible a los ojos del mundo el reino de Cristo, porque el reino no es para estar escondido sino para que todos lo vean y se entusiasmen con él. Solo cuando las obras sean visibles al mundo estaremos dando gloria a Dios. Escuchemos estas palabras de Jesús:
«Ustedes son la sal de la tierra; pero si la sal se vuelve insípida, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la gente la pise. Que los hombres vean vuestras buenas obras para que den gloria a nuestro Padre que esta en el cielo»
Es una expresión feliz. Porque la sal es un elemento que tiene su finalidad en sí misma, y no puede hacer otra cosa sino cumplir con esa finalidad. Ella tiene que salar, esa es su propia esencia y, podríamos decir, su única satisfacción. Salar. Pero, al mismo tiempo, la sal no permanece inmutable sino que se va consumando. Salando las cosas va ella misma desapareciendo. Hasta que desaparece totalmente, habiendo dejado su esencia impregnada en todo aquello con que entró en contacto. Las cosas ya no son las mismas después de haber estado en contacto con la sal aunque la sal haya ya desaparecido.
Y esa es justamente la misión de un cristiano comprometido. Dar sabor cristiano al mundo. Todos los que entren en contacto con él deberán sentir el deseo de ser todo para Cristo, en la vida diaria , en el pensar, en el actuar, en el hablar, en el sonreír. Después de estar con un apóstol de Cristo uno debe sentir el deseo de dar gloria a Dios, y querer llevar una vida entregada a Él.
Si la sal se vuelve insípida, no sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
¿Cómo la sal se puede volver insípida?. ¿Es posible que se vuelva insípida? Sí, cuando los sabores del mundo van contaminando el corazón del apóstol de Cristo. Cuando las aficiones carnales, las riquezas, las ansias de poder y de honores, van ocupando un puesto preponderante en la mente, en el corazón en las actitudes del apóstol. Y esto ocurre cuando el apóstol va dejando la oración, ese diario contacto con el amigo, con Dios, cuando se deja embelezar por la atracción mundana, entonces va poco a poco desapareciendo el sabor de Dios. ¡Qué terrible cuando un seguidor de Cristo pierde su identidad profunda, y deja de ser sal, que es lo más rico que tiene! Porque en ese caso, ya no hay nada que hacer, sino arrojarlo fuera para que lo pise la gente, ¡Qué cargo de conciencia tan grande tendremos delante de Dios cuando nos presentemos delante de El sin sabor, habiendo perdido la esencia que Él mismo puso en nuestro corazón, y en su defecto llegaremos cargados de ambiciones de las cosas del mundo, todas ellas pasajeras.
Que los hombres vean vuestras buenas obras
El Evangelio no es para vivirlo en el secreto del corazón sino que tiene que ser visible para todos. Los frutos del trabajo del apóstol por salar la sociedad deben verse, sentirse, oírse. Tiene que verse que la gente busca a Dios, que se acerca al hermano, que perdona a los que le han hecho daño, que ama a los demás, que tiene preferencia por lo más pobres. La gente que entró en contacto con el apóstol de Cristo, se saló, se contagió de evangelio, cambió de vida.
Señor Jesús, en este día queremos pedirte de todo corazón,
que hagas de cada uno de nosotros un revolucionario de nuestro mundo,
Mira las debilidades que hay en nosotros mismos, las limitaciones,
pero a pesar de ellas, bien sabemos que Tú puedes transformarnos en un agente de cambio,
sal de nuestro mundo, luz de nuestros tiempos.
Pero lo más importante es …
Si amigos, así terminamos la primera parte de nuestro encuentro dominical. Y ahora viene la segunda parte que es la más importante y que te toca a ti. Toma en tus manos el texto del evangelio, Mateo capítulo 5, versículos del 3 al 16, y trata de experimentar lo que el Señor mismo te quiere decir. Te dejo pues con el Señor. Que nadie te interrumpa. Cuenta con mis oraciones, y nos estamos escuchando el próximo domingo.
Escrito por: padre Javier San Martin SJ
http://faculty.shc.edu/jsanmartin/2011/02/03