Páginas

jueves, 2 de diciembre de 2010

Recordando a los sacerdotes jesuitas

Compañeros de Jesús


- NOTICIA -
Recordando a nuestros sacerdotes difuntos: P. Ángel de la Puerta, P. José Hernández Pérez, P. Antonio Capel y Hno. Bonifacio Lorenzo

El P. Angel de la Puerta de las Pozas sj, gran misionero y predicador, falleció en Lima el 13 de noviembre de 1973.

El P. José Hernández Pérez sj, misionero ejemplar en el Marañón, falleció el 23 de noviembre de 1980 en Lima. Vino al Perú en 1939 de “maestrillo”, como profesor de novicios y juniores (entonces en Fátima, Miraflores). Terminada la Teología, ordenado sacerdote, y terminada su Tercera Probación, vino definitivamente al Perú en 1948. Luego de ser profesor en el Juniorado, fue Vicario cooperador en la Parroquia de Nuestra Señora de los Desamparados en Breña, y de allí pasó a la entonces Prefectura Apostólica (actual Vicariato Apostólico) de S. Francisco Javier del Marañón. trabajando en Bellavista, San Ignacio, Santa María de Nieva y Chiriaco, cuando se creó el Instituto Agropecuario Hno. Valentín Salegui, hasta que la enfermedad le obligó a salir.

El P. Alfonso Arana SJ, en la Misa de Funeral, decía: "siempre me impresionó su actitud de fidelidad a Dios... sin titubeos ni regateos al Señor, perteneciente al número de aquellos que, al ingresar en la Compañía y al hacer sus votos, "queman las naves" para no volver la vista atrás... su consagración sincera e incondicional al carisma de su vocación de apóstol..., su austeridad, ajeno a toda ambición terrena, contento con lo indispensable para subsistir... y. por último, su acatamiento sereno a la voluntad divina demostrado en sobrellevar pacientemente sus enfermedades...".

El P. Antonio Capel Ruiz sj, quien trabajó muchos años en el Perú, y fue un gran apóstol de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús y del Apostolado de la Oración, falleció el 28 de noviembre de 1985 en Murcia (España).

El Hno. Bonifacio Lorenzo Arribas sj, falleció el 30 de noviembre del 2005 en nuestra Enfermería de Fátima, a los 98 años de edad y 80 de Compañía.

Había trabajado en La Paz, Arequipa y sobre todo en el Colegio de la Inmaculada de Lima. Asumió en ellos cantidad de responsabilidades que él recordaba (“maestro durante 20 años”, “chofer de ómnibus en grande”, sacristán, comprador, responsable del personal, bibliotecario, etc.) y a las que se dedicó por entero. Una vida de pocos destinos, pero de muchas tareas. Una persona dispuesta siempre a servir, a colaborar, que había hecho de su vida entera una misión.
Durante los últimos años iba combinando nuestra vida de acá con la vida que aguardamos en el Señor. “Esto se acaba..., esto se acaba...”, se le escuchaba decir. Ha sido, sobre todo, un hombre de esperanza, que miraba hacia allá, que confiaba en Él. Que sabía estar en la capilla con paz. Que aunque alguna vez se perdió por los edificios de Fátima, en su vida interior nunca se perdía, siempre se encontraba en Dios. Que nos ha enseñado a vivir mucho tiempo sin dejar de animar a otros. (De la carta enviada a los jesuitas por el P. Jerónimo Olleros en el momento de su fallecimiento)


www.jesuitasperu.org