«Conviértanse a Dios, que el Reino de los Cielos ya está cerca»
¡CONVIÉRTANSE! ¡CONVIÉRTANSE! ¡CONVIÉRTANSE!
Escrito por: Padre Javier San Martin SJ - COMENTARIOS A LA LITURGIA DE LOS DOMINGOS
SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO, ciclo A
Mateo 3, 1 al 12.
Bienvenidos a nuestro encuentro dominical. Unidos a toda la Iglesia, hoy celebramos el segundo Domingo de adviento del ciclo A: Mateo 3, 1-12. Es fácil adivinar, cuando leemos el Evangelio, de este domingo la revolución que se armó en las márgenes del Jordán. Juan el Bautista no se las andaba con chiquitas, como decimos. Por una parte, era todo bondad, reflejo de la bondad del Dios que viene a salvarnos, y anunciaba con júbilo:
Pero, por otra parte, esta bondad y promesa jubilosa se convertían en amenaza grave, al ver la actitud hipócrita de los fariseos:
«¡Raza de víboras! les decía, ¿Creen Uds. que se van a escapar del castigo que se les viene encima? No vayan diciendo por ahí que Uds. son hijos de Abraham, pues Dios es capaz de sacar de estas piedras nuevos hijos de Abraham. O el árbol produce buenos frutos, o el machete lo corta de un solo golpe…»
Y después, dirigiéndose a todos, les insistía:
«¡Conviértanse! Porque ya viene quien les va a bautizar con Espíritu Santo»
Unos, gozaban y aplaudían estas severas palabras del Bautista:
«Gracias a Dios!, al fin surge un profeta así en Israel»
Otros, en cambio, murmuraban:
«El día menos pensado éste la va pagar caro por hablar así!»
Pero las palabras que el Bautista gritó en el desierto de su tiempo, han atravesado los siglos y han llegado hasta nosotros.. Y hoy nos preguntamos: «¿Ha pasado de moda este hablar de Juan Bautista? No, al contrario, Hoy cobra gran vigor y necesidad. Hoy la Iglesia toma sus palabras del Bautista y las lanza al mundo moderno. En primer lugar, es necesario decidirse y convertirse de verdad. Es decir, hacerse cristiano de corazón y de vida. Porque se puede estar bautizado e ir a Misa de cuando en cuando, y no pertenecer a la Iglesia. Era la confianza temeraria de los fariseos:
«¡Somos hijos de Abraham, somos ciudadanos del pueblo elegido, y la sal¬vación la tenemos segura!»
Hoy vemos esto en grandes sectores de las naciones que antes se distinguían por muy cristianas y ahora las vemos qué alejadas de Dios, mientras que otros que eran lejanos del evangelio, como los pueblos africanos y asiáticos, se van abriendo a la fe, y la Iglesia empieza a florece allí de manera admirable y esperanzadora. Nosotros, ¿podemos permitir que la fe católica se pierda o men¬güe en nuestra América por apatía nuestra?
En segundo lugar, cuando escuchamos hoy el llamado de Juan, que es el de la Iglesia, a una conversión sincera, hemos de mirar el pecado más grave de la sociedad moderna, del mundo en el cual estamos viviendo, para denunciarlo con la misma fuerza que el Bautista denunciaba los pecados de su tiempo. No podemos vivir en medio del pecado y acostumbrarnos a él. Es nuestra obligación denunciar el pecado personal y social que se abate sobre nuestra sociedad. ¿Y cual es ese pecado? ¿No es acaso el desinterés por Dios y su mensaje? ¿No es el consumismo que acepta como únicos valores el dinero, la belleza, el poder? Para grandes sectores de la sociedad, Dios y su mensaje ya no tienen im¬portancia, hemos caído en el abismo más profundo de la humanidad. Por eso, hoy el Bautista y la Iglesia nos pide revalorizar lo espiritual y trascendente:
Que Dios siga siendo interesante para nuestro mundo.
Que Dios sea lo primero.
Que la oración no se caiga de nuestros labios.
Que pensemos en nuestro fin, pues no tenemos en el mundo una ciudad permanente, sino que vamos en busca de otra futura. Es, pues, una exigencia salir con gozo al encuentro del Señor. No es lo mismo conocer a una persona que amarla y poseerla. Podemos conocer a una muchacha estupenda y suspi¬rar locamente por ella, ¿pero será por eso nuestra?
Esto puede pasarnos con Jesucristo. Conocerlo, admirarlo, pero, dejar para otros más valientes el se¬guirlo. Lo que interesa es que Jesucristo sea alguien en nuestra vida. Que tengamos con El una amistad personal para que luchemos contra las idolatrías de nuestro tiempo. ¿el terrorismo y todo lo que estamos ahora viendo en estos días no son signos de una ausencia de Jesucristo y su mensaje? Decidámonos, pues, a seguir sus pisadas por caminos a veces escabrosos y difíciles. Que es¬temos con Jesucristo en las buenas y en las malas, en las duras y en las maduras, como expresan nuestros dichos populares.
Que las palabras del Bautista resuenen con fuerza en nuestro corazón, en nuestra familia, en nuestra sociedad. ¡Conviértanse!. ¿Cómo ponemos en práctica esta exhortación? Comprometámonos en este domingo a vivir la fe con valentía, sabiendo que Jesucristo esta cerca, quiere Él venir a nuestras vidas, a nuestra sociedad. Pero si no nos convertimos a El, ¿que sentido tiene su venida?
Limpia nuestro pecado, conviértenos
Pero ahora viene lo más importante
Y bien amigos, así terminamos nuestro breve comentario a la palabra del Señor de este Domingo. Ahora te toca a ti. De lo contrario estas son puras palabras. Esto exige ahora de tu parte una meditación profunda y tranquila. Toma en tus manos el texto del evangelio, San Mateo capitulo 3, versos del 1 al 12. Y dile:
Habla Señor que tu siervo escucha.
Recibe mi abrazo y bendición para ti y tu familia. y hasta la próxima semana.
http://faculty.shc.edu/jsanmartin/2010/12/04