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domingo, 16 de mayo de 2010

La Ascencion del Señor

Me voy. pero me quedo


ESTIMADOS AMIGOS:
Bienvenidos una vez más a nuestro encuentro dominical para celebrar juntos el Día del Señor. Hoy, la Iglesia celebra la solemnidad DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR A LOS CIELOS
Esta es una de las fiestas más bellas del año litúrgico. Tiene un no sabemos qué de embrujo, que llena el alma de una dulce nostalgia en medio de un gozo grande. Quisiéramos detener a ese Jesús que se sube por el cielo azul, sujetarlo a la tierra, y decirle:.
¡No te vayas, Señor, por favor!…
Pero, por otra parte, nos quisiéramos nosotros también desprender de la tierra y subirnos con Él hacia las alturas. Y nos brota suspirar como San Ignacio de Loyola:.
¡Ay, qué triste y pobre me parece la tierra cuando contemplo el cielo!…
Todos estos sentimientos se acumulan dentro del corazón cuando leemos la descripción de la última aparición de Jesús a los apóstoles después de resucitado. Habían pasado ya cuarenta días desde la Resurrección. Jesús se les ha ido apareciendo muchas veces a los suyos, acabando con las últimas instrucciones sobre la constitución de la Iglesia. Hoy los reúne de nuevo y los lleva al Monte de los Olivos, lugar de tantos recuerdos y emociones. Y allí les habla con el corazón:
- Yo tenía que sufrir, morir, y resucitar al tercer día. En mi nombre se ha de predicar a todas las gentes, empezando por Jerusalén, la conversión y el perdón de los pecados. Uds. son testigos de todo y Uds. lo van a hacer. Pero no se muevan de la ciudad hasta que sean revestidos con el poder de lo alto, con el Espíritu Santo que les tengo prometido.
En el grupo, además de los Once, estaba María y otras amigas. La última mirada a la Madre debió ser muy especial. Sin palabras, ¡pero se dijeron tantas cosas Madre e Hijo!…Mira también a todos y cada uno. ¡Los quiere tanto!…Y mientras alza las manos para bendecirlos comienza a perderse lentamente en las alturas. La Patria de Jesús está junto al Padre, y al subir, así nos dice también dónde está nuestro destino final. Todos los ojos están clavados en el querido Maestro. Y clavados en Él van a seguir siempre los ojos de la Iglesia, porque una nube lo oculta, pero el grupo sigue mirando allá arriba…Hasta que dos ángeles vestidos de blanco les vienen a sacar de su embobamiento:
Pero, benditos galileos, ¿Qué hacen mirando así al cielo? Este Jesús, que así ha subido al cielo, así mismo volverá un día.
¿Pensamos que se quedaron tristes los apóstoles y los amigos? Todo lo contrario. Viendo esa gloria del Señor, y adivinando su entrada triunfal en el Cielo, volvieron a Jerusalén inundados de alegría, locos de felicidad por la victoria del Maestro amigo. Y mientras se van recuerdan las palabras que Él les dijo en la última cena:-
Me voy, pero volveré. Se llenarán Uds. de alegría, y esa alegría es de Uds. y nadie se la podrá arrebatar.
Podemos imaginar que estos eran los sentimientos de los apóstoles y discípulos aquel día. Y éstos son los sentimientos que hoy también nos llenan a nosotros mientras caminamos por el mundo. Los Ángeles nos han invitado a volver nuestra mirada a la tierra. Y con esto, nos han dicho que, mientras contemplamos la gloria del Señor y suspiramos por ella, debemos ir realizando en el mundo el plan de la salvación. Miramos al Cielo porque soñamos en unirnos con el Señor, porque allí está nuestro destino final. Pero, al mismo tiempo, miramos la tierra porque aún nos queda una gran misión que cumplir.
Aquí esta nuestro trabajo para establecer o consolidar el Reino de Dios, tarea que Jesucristo nos encomienda a cada uno de nosotros, si es que nos disponemos a ser sus colaboradores. Debemos trabajar, discernir la voluntad de Dios sobre nuestras vidas, llevar con valentía nuestra cruz, buscar los signos de los tiempos para nuestra sociedad.
El apóstol San Pablo nos lo dice con su energía de siempre, y la Iglesia nos lo ha recordado repetidas veces en este tiempo pascual:
- Si Uds. han resucitado con Cristo, busquen las cosas de allí arriba, no las de la tierra. Porque están ya muertos al mundo, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios.
Oración:
Si el suspirar por el Cielo es propio de almas grandes, ¡Señor Jesús! yo no me cansaré de mirar cada día a las alturas, a donde Tú vives y reinas, y en donde me estás esperando. ¡Cuándo llegará el momento! ¡Cuándo podré estar para siempre contigo, Señor Jesús!… Pero mientras llegue este día dame tu gracia para cumplir en la tierra lo que tu haz soñado para mí, que pueda sentir cada día de mi vida la satisfacción de haberte agradado. Señor, ayúdanos para poderte imitar, para que cuando llegue el día de nuestra partida de este mundo, podamos dejar, como tú, una estela de alegría.
Y AHORA VIENE LO MÁS IMPORTANTE…
Y BIEN AMIGOS, así terminamos nuestro breve comentario a la liturgia de este domingo,
Pero ahora viene el momento más importante: tu encuentro personal con el Señor Jesús.Te invito, pues, a tomar el texto del evangelio en tus manos: San Lucas, Capítulo 24, versículos del 46 al 53 y trates de escuchar lo que el Señor Jesús te quiere comunicar a través de él.
Te agradezco muy sinceramente haber estado con nosotros, y nos encontramos el próximo domingo .


Escrito por: Padre Javier San Martin, sacerdote jesuita peruano radicando en Mobile, en Alabama, Estados Unidos, para trabajar con los inmigrantes hispanos.







SALVE REGINA MATER … O CLEMENTS O PIA O DULCIS VIRGO MARIA