El Apostol incansable de America
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12 de febrero de 2008 — Eminente figura nacional que el país debería
honrar más justamente………………………………......................…………(5:59)
En los Concilios Limenses convocados por Santo Toribio se encausó sabiamente la conquista espiritual de infinitas almas. El Santo Arzobispo es un nítido ejemplo de cómo Nuestra Señora infundía el espíritu católico en los llamados a la altísima tarea civilizadora proporcionándole una gran ternura con los indígenas manifestada en las jornadas increíbles con que visitó repetidas veces su extensa y abrupta diócesis, sin importarle ninguna dureza, ningún obstáculo, ningún padecimiento...
En el seno de una noble familia de Mayorga, antiguo reino de León, España, nacía el 16 de noviembre de 1538 un niño predestinado a la gloria de los altares, Toribio Alfonso de Mogrovejo.
Sus padres, don Luis de Mogrovejo y doña Ana de Robledo y Morán, pertenecían a la más distinguida estirpe de la comarca, que en aquellos tiempos de fe sumaba al aprecio por sus derechos y privilegios el celo por la integridad de la fe y la pureza de las costumbres.
A los doce años Toribio fue enviado por sus padres a estudiar a Valladolid, donde se impuso a la admiración de todos por su comportamiento ejemplar, sus virtudes y sus dotes intelectuales.
Después de algunos años, teniendo en vista su gran apetencia por el estudio del Derecho civil y eclesiástico, se trasladó a la famosa Universidad de Salamanca. Allí recibió la benéfica influencia de su tío Juan de Mogrovejo, profesor en dicha Universidad y en el Colegio Mayor de San Salvador en Oviedo. Habiendo sido invitado por Don Juan III, Rey de Portugal, a enseñar en Coimbra, Juan de Mogrovejo llevó consigo a su sobrino, y ambos residieron algunos años en esa renombrada universidad portuguesa.
De vuelta a Salamanca, su tío falleció poco después del regreso. Toribio resolvió seguir la carrera de éste, tornándose profesor en el Colegio Mayor de San Salvador de Oviedo.
Su vida austera y sus penitencias de tal modo llamaron la atención que algunos de sus amigos ponderaron que aquella vida podría terminar por perjudicarle la salud, sin mayor provecho espiritual, pues muchos podrían juzgar que él practicaba aquellas penitencias por ostentación. El argumento, que aquello podría desedificar a otros, fue decisivo para que Toribio concordase en moderar sus austeridades. En esa época emprendió una peregrinación a Santiago de Compostela, en trajes de peregrino, pidiendo limosnas.
En 1575, tal vez por influencia de uno de sus amigos, Diego de Zúñiga, fue nombrado por Felipe II para el cargo de Inquisidor en Granada. De tal manera se desempeñó con sabiduría, prudencia, justicia y rectitud, que el rey, conocedor de las altas cualidades morales e intelectuales de Toribio, resolvió indicarlo para una misión más elevada y más espinosa.
La mano de
En efecto, estando vacante la sede episcopal de Lima tras la muerte en 1575 de su primer Arzobispo, Jerónimo de Loayza, en 1578 Felipe II comunicó a Toribio su intención de presentarlo al Papa Gregorio XIII para ocupar el Arzobispado de
Toribio vacilaba en aceptar tal propuesta, y escribió al Rey y al Consejo de Indias renunciando a la misma. Pero después, cediendo a los argumentos de sus amigos y colegas de
Así, en marzo de 1579 recibió las bulas de Gregorio XIII con el nombramiento para el cargo. Como ni siquiera era sacerdote, habiendo recibido dispensa papal para la recepción de las diversas órdenes menores, fue ordenado en Granada y poco después recibió la consagración episcopal en Sevilla. Finalmente, en septiembre de 1580 embarcó con destino a su sede episcopal, donde llegó en mayo del año siguiente.
En Lima se respiraba un aire de religiosidad, gracias a la actuación de las diversas órdenes religiosas que en la capital virreinal mantenían residencias, conventos, hospitales, etc. En una población heterogénea en la que se mezclaban indios, mestizos, negros, criollos y españoles convivieron casi al mismo tiempo, con pocos años de diferencia, cinco Santos, tres de ellos nacidos en España --Santo Toribio, San Francisco Solano y San Juan Masías -- y dos nativos, Santa Rosa y San Martín de Porres. Éstos, sumados a los numerosos siervos de Dios que habitaban la ciudad, perfumaron con la santidad de su vida y sus virtudes la ciudad de Lima de la segunda mitad del siglo XVI y comienzos del siglo XVII.
Reliquias del Santo
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10 de junio de 2008 — cuadros de recuerdos……(0:56)