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jueves, 5 de noviembre de 2009

Nuevo Vitral en la Parroquia Ntra Sra de los Desamparados


Desde el jueves 29 de Octubre tenemos en nuestra Parroquia el cuarto vitral en la parte superior izquierda, con la imagen de San Francisco Solano.
Cabe mencionar que este último vitral se suma a los anteriores dedicados a Santa Rosa de Lima, San Martín de Porres, Santo Toribio de Mogrovejo y ahora a San Francisco Solano.
El templo se embellece cada vez más, con la ayuda de la feligresía. Sigamos colaborando en nuestras limosnas para completar con la serie de Santos Peruanos
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http://parroquiadesamparados.blogspot.com/.
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Francisco Sánchez Solano Jiménez,
(* Montilla, España 10 de marzo de 1549 - Lima, Perú 14 de julio de 1610).
Fue un fraile y sacerdote franciscano, enviado por su orden a América del Sur, donde residió por 20 años hasta su muerte, predicando el cristianismo a los aborígenes.
Fue
canonizado en 1726 por Benedicto XIII y es llamado "el taumaturgo del Nuevo Mundo", por la cantidad de prodigios y milagros que se le atribuyen.
Llegada a Lima .
El Virreinato y los superiores de la Orden residían en Lima (Perú) a donde llamaron a Fray Francisco en 1595. Llegado a Lima, fue nombrado Guardián del Convento de la Recolección. Como siempre, se resistió todo lo que pudo antes de aceptar cualquier cargo de responsabilidad, exagerando de manera deliberada su propia incapacidad para gobernar, pero finalmente tuvo que acatar la autoridad de sus superiores.
Su obsesión por la pobreza era tal que en su celda, tan sólo tenía un camastro, una colcha, una cruz, una silla y mesa, un candil y la Biblia junto con algunos otros libros. Era el primero en todo y jamás ordenó una cosa que no hiciera él antes.
Sus consejos eran prudentes, y cuando tenía que reprender a alguno de los demás frailes, lo hacía con gran celo y caridad. Sus excesivas penitencias y su espíritu de oración no le impedían ser alegre con los demás. Solano era también el santo de la alegría.
Solano pasaría en Lima los últimos años de su vida. A pesar de su precario estado de salud, continuaba haciendo grandes penitencias y pasaba noches enteras en oración. También iba a menudo a visitar a los enfermos o salía a las calles a predicar con su pequeño rabel y una cruz en las manos. Así conseguía juntar a un gran número de personas y las congregaba en la plaza mayor, donde se dirigía a la muchedumbre en alta voz. Predicaba en todas partes: en los talleres artesanales, en los garitos, en las calles, en los monasterios e incluso en los corrales de teatro. Especial significado tuvo su oposición a ciertos espectáculos teatrales en los que a su juicio se ofendía a Dios.
Últimos años
En octubre de 1605, Solano pasó a la enfermería del convento. Postrado y gravemente enfermo del estómago, apenas si podía salir a predicar y a visitar a los enfermos. Procuraba asistir a la comida en el refectorio junto con los demás frailes, pero comía muy poco, tan sólo unas hierbas cocidas. Además, seguía excediéndose en sus penitencias y no miraba por su delicada salud. En octubre de 1609, hubo un terremoto en la ciudad de Lima. Solano salió a predicar, aunque apenas si podía tenerse en pie.
Durante su última enfermedad, Solano era poco más que un esqueleto viviente. Finalmente murió el 14 de julio de 1610, día de San Buenaventura. Ese mismo día y a la misma hora se produjo un extraño toque de campanas en el convento de Loreto, en Sevilla, donde estudió Filosofía y Teología.
Post mortem
A su entierro asistieron unas 5.000 personas y tuvo contornos apoteósicos. El virrey Marqués de Montesclaros y el arzobispo Lobo Guerrero son los primeros en conducir el féretro a la iglesia, donde la guardia de alabarderos apenas puede contener a la multitud. Predica sus virtudes el provincial de la Compañía de Jesús, Juan Sebastián de la Farra, y se le da sepultura en la cripta de la iglesia, donde más tarde se levantará una capilla.
En Lima se da el hecho sorprendente y no repetido, de presenciarse la muerte de cinco santos en un espacio de 39 años: Santo Toribio de Mogrovejo (1606), San Francisco Solano (1610), Santa Rosa de Lima (1617), San Martín de Porres (1639) y San Juan Macías (1645). Por eso, la capital peruana también fue llamada la Lima de los Santos.
Tan sólo 15 días después de su muerte, se abrió su proceso de canonización. Las gestiones comenzaron en Lima, donde hubo 500 testigos, y después continuaron en otras ciudades del Perú, en el Tucumán y en España.
Clemente X lo beatificó el 1675 y
Benedicto XIII lo canonizó el 27 de diciembre de 1726.
Su festividad es el 14 de julio.
La Santa Sede decretó que el año entre 14 de julio de 2009 y 2010 sea jubilar, conmemorando el cuarto centenario de la muerte del santo montillano.
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