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viernes, 16 de octubre de 2009

19 Octubre : Los martires jesuitas de Canada


Los Mártires de Canadá

Martirologio Romano: Santos mártires Juan de Brébeuf e Isaac Jogues, presbíteros, y compañeros de la Compañía de Jesús, en el día en que san Juan de la Lande, religioso, fue asesinado por los paganos en el lugar llamado Ossernenon, entonces en territorio del Canadá (hoy Auriesville, estado de Nueva York), el mismo lugar donde algunos años antes había conseguido la corona del martirio san Renato Goupil, 29 Septiembre su fiesta.


Son venerados conjuntamente sus santos compañeros Gabriel Lalemant, Antonio Daniel, Carlos Garnier y Natal Chabanel, que en la región canadiense, en días distintos, después de fatigar en la misión del pueblo de los hurones para anunciar el evangelio de Cristo a aquellos pueblos, terminaron muriendo mártires (1642-1649). Ocho fueron los santos mártires de Canadá, que a comienzos del siglo XVII dieron sus vidas por la evangelización de las poblaciones indígenas que habitaban las regiones donde hoy se encuentran las ciudades de Quebec y Montreal.


Los primeros en llegar fueron misioneros franciscanos, pero en 1623 llegaron a Canadá los jesuitas, quienes se dedicaron con entusiasmo a la misión entre los indios hurones y a la fundación de los poblados de San José, San Ignacio, San Luis y Santa María. En 1642, estas misiones fueron atacadas por los temibles iroqueses, que vivían al sur de los lagos San Lorenzo y del Ontario y se desencadenó una guerra implacable durante la cual fueron hechos prisioneros el Padre Isaac Jogues, y el hermano Renato Goupil, que fue muerto por un indio, enfurecido por verlo predicar a los verdugos. El padre Jogues, después de trece meses de cautiverio fue bárbaramente mutilado y perdió la vida en el martirio junto con otro sacerdote jesuita, el Padre Juan Ladande. Después de un período de paz, los iroqueses ocuparon nuevamente el país hurón y arrasaron la misión de San José, dando muerte al Padre Antonio Daniel. Más tarde desbastaron San Ignacio, San Luis y Santa María, dando muerte en martirio a los Padres Juan Brébeuf y Daniel Lalemant. Después fue desbastada la misión de San Juan Bautista, matando al Padre Carlos Garnier. También murió el Padre Natal Chabanel, quien poco antes había dicho: "Esta vida vale poco; en cambio, la felicidad del cielo no me la podrán arrebatar los iroqueses".

La lista de estos 8 santos es la siguiente:

Juan de La Lande:





San Juan de Brébeuf ( Francia 1593 - , Canadá ( † 1649 )
Religioso de la Compañía de Jesús (Jesuitas), Sacerdote

De los escritos de Juan de Brebeuf: No moriré sino por ti Jesús, que te dignaste morir por mí
Martirologio Romano: En la región de los hurones, en Canadá, pasión de san Juan de Brébeuf, presbítero de la Compañía de Jesús, que enviado desde Francia a la misión del Hurón, murió por Cristo después de ingentes trabajos, atormentado con gran crueldad por algunos paganos del lugar. Su memoria, con la de los compañeros, se celebra el día 19 de octubre (1649).
Es el patrono de los jesuitas del Canadá y uno de los más insignes misioneros de la Compañía de Jesús. Nacimiento y patria Juan nace el 25 de marzo de 1593, en Condé sur Vire, en la Normandía oriental, Francia. Pertenece a una familia de terratenientes y granjeros. Sus padres son ricos, y bien considerados dentro de su clase, y en toda la región. Son católicos decididos, a pesar del predominante calvinismo de Normandía. Su formación El maestro de la escuela, o tal vez el sacerdote de la parroquia de Condé sur Vire, le enseña a leer y a escribir. Debido a la posición de la familia, Juan estudia después en la Academia de la vecina ciudad de Saint Lô. Más tarde da comienzo a los estudios humanísticos en la Universidad de Caen. Con los jesuitas Juan de Brébeuf tiene 16 años cuando la Compañía de Jesús abre un Colegio en la ciudad de Caen. El se inscribe allí para los estudios de filosofía. El Colegio es clausurado al año siguiente, en 1610, pero los jesuitas mantienen una Residencia en la ciudad. Juan continúa bajo la guía espiritual de sus antiguos maestros. De nuevo en la Universidad de Caen, termina la filosofía y hace unos cursos de teología moral. No tiene aún determinado si debe ofrecerse como seminarista al obispo de Bayeux o ingresar a la Compañía de Jesús. En 1614 hace su discernimiento vocacional. Tiene entonces 21 años. Se decide por la Compañía de Jesús pero posterga su ingreso por asuntos familiares. Regresa a Condé sur Vire para dirigir y administrar las fincas de su familia. Tres años después, a los 24 de edad, pide formalmente la admisión en la Compañía de Jesús.
El noviciado A primeros de noviembre de 1617, Juan de Brébeuf llega a Rouen montando a caballo. La primera impresión del Maestro de novicios es la de tener ante sí a un normando de los viejos tiempos. La edad es mayor que la de los otros. La estatura es excepcional, una cabeza más alto. Es muy enjuto de carnes, ancho de espaldas y bien proporcionado. Tiene facciones muy normandas: nariz prominente, labios gruesos, pómulos elevados y unos ojos que miran de frente y sin temor. El 8 de noviembre, termina la Primera probación y se incorpora a la vida de la comunidad. Sus compañeros, unos cincuenta, son menores que él, y casi todos son normandos. Hace el mes de Ejercicios espirituales, y se acaban las dudas de si debe ser sacerdote o hermano. El 8 de noviembre de 1619, pronuncia los votos perpetuos de pobreza, castidad y obediencia en la Compañía de Jesús. El magisterio Como Juan ha terminado los estudios humanísticos y de filosofía antes de su ingreso, no es enviado al Colegio de La Flèche con los demás jesuitas de su clase. Es destinado al Colegio de Rouen para la experiencia del magisterio. El Colegio se halla al doblar la esquina del mismo Noviciado. Sus alumnos son los del curso de Gramática inferior, todos de doce años. Con enorme paciencia, enseña bien y cuida la conducta de esos niños inquietos. Al año siguiente, 1620, con los mismos niños, Juan de Brébeuf empieza a dictar el curso de Media Gramática. Pero se enferma muy seriamente, con fiebres periódicas, toses violentas y depresión. No es capaz, por consiguiente, de dar sus clases.
La ordenación sacerdotal El Provincial, entonces, juzga aconsejable que sea ordenado sacerdote antes de morir. Para ello, señala a un sacerdote del Colegio para que le dé los cursos de Teología, Sagrada Escritura y Derecho canónico que le faltan. En septiembre de 1621, en un tosco carruaje viaja a Lisieux a recibir el Subdiaconado. El 18 de diciembre del mismo año, recibe el diaconado en la Catedral de Bayeux. El 19 de febrero de 1622, en Pontoise, se ordena de presbítero. Su primera Misa la dice en la fiesta de la Anunciación. Es su cumpleaños, pero por ser Viernes Santo, la fiesta se traslada al 4 de abril. Con la ordenación sacerdotal, la mejoría de Juan de Brébeuf se acentúa notablemente. Ese mismo año es Ayudante del Ecónomo en el Colegio de Rouen. Al año siguiente es el Ecónomo titular. No es un cargo fácil. El Colegio tiene 600 alumnos y todavía deben hacerse construcciones nuevas. La vocación al Canadá En Rouen, Juan tiene la oportunidad de conocer a dos sacerdotes franciscanos que han regresado de Nueva Francia, desde América del Norte. El normando se interesa. La petición oficial de los franciscanos a la Compañía de Jesús para ser ayudados en las misiones del Canadá no es ningún secreto. Juan se ofrece para la primera expedición. El Provincial no le da ninguna seguridad de hacer el viaje, pero lo deja inscrito en el gran registro de las peticiones. Y Juan es elegido, casi sin tener esperanzas. Siente entonces un profundo gozo y un agradecimiento inmenso a Dios. Con él, son tres sacerdotes y dos Hermanos. Como Superior va designado el P. Carlos Lalement, director de estudios en el Colegio de Clermont de París. Son los últimos días de marzo de 1625. Preparativos La flota hacia Nueva Francia debe zarpar desde el puerto de Dieppe a mediados de abril. Hay que llevar de todo: alimentos, ropa, colchones, sábanas, útiles de cocina, herramientas, medicinas, vasos sagrados, libros... En Nueva Francia no hay casi nada. Si olvidan algo, deberán esperar al año siguiente, cuando la flota haga otro viaje. En los últimos días hay dificultades, pero no impiden la partida de los jesuitas. El mundo americano El 24 de abril de 1625, zarpa la flota de tres barcos. La travesía dura siete semanas. El 16 de junio, los veleros llegan al fondeadero de Moulin Baude y esperan la corriente y la marea favorables para seguir al interior de la caleta de Tadoussac. Juan de Brébeuf contempla maravillado ese nuevo mundo. Alrededor del barco hay muchas canoas con remeros esnudos, de piel rojiza. Cantan y marcan el ritmo. En las orillas pululan los indígenas, hombres, mujeres y niños. Casi todos están semidesnudos. Algunos van pintados, con grasa azul, roja, negra o blanca. Es toda una algarabía de voces, profundamente guturales, como graznidos de cuervos. El paisaje es hermoso. Brébeuf queda fascinado con los bosques, los pájaros y los rayos del sol sobre el río. En chalupas remontan el río San Lorenzo. Todo es cada vez más asombroso. Cinco días y sus hermosas noches llenan a los misioneros de profundo consuelo. Quebec Por fin oyen el grito tan esperado: ¡Quebec, Quebec! Es el 15 de julio de 1625. Pero la Compañía Montmorency, responsable de la colonia francesa, prohibe el desembarco de los jesuitas. Los franciscanos los defienden valientemente y, después de mucho parlamentar, logran el desembarco y reciben a sus amigos jesuitas en su pequeño convento de Quebec. Por los franciscanos, conocen toda la dificultad de la nueva misión. La Compañía Montmorency no se preocupa sino de sus intereses comerciales. En Quebec viven 51 residentes franceses, de los cuales 33 son empleados de la Compañía comercial. Eso es todo. Las construcciones son miserables barracas, excepto el almacén y la casa del gobernador. Los franceses casi todos son hugonotes, o malos católicos. Los indígenas algonquines, que comercian en Quebec, son nómades y no se muestran dispuestos a escuchar la doctrina cristiana. Ningún recoleto franciscano ha podido aprender la lengua. Los franciscanos les hablan también de los indígenas hurones, en el lejano oeste. Son sedentarios, cultivan el trigo y viven en casas permanentes, agrupadas tras una empalizada. Se han mostrado amistosos y buscan ayuda para defenderse de sus enemigos los iroqueses. Tal vez allí, podría instalarse una Misión. Hacia una Misión entre los hurones Dos semanas después, Juan de Brébeuf y un franciscano remontan el río San Lorenzo, hacia el país de los hurones. Empaquetan lo necesario para pasar allá un invierno: galleta de barco, alimentos, carpas y ropa de abrigo, lo que necesitan para celebrar misa, algunos libros, hachas, cuchillos, ollas y baratijas. Lo más valioso es una lista de palabras y frases en dialecto hurón, recopiladas por los franciscanos. Por semanas remontan el río en unas canoas. En el lugar denominado Trois Rivières, deben unirse a los comerciantes de la Compañía Montmorency para poder continuar. En el cabo Victoria los franceses tienen la costumbre de esperar a los hurones, de río arriba, para traficar con ellos. En ese lugar Juan de Brébeuf los contempla por primera vez. Algunos usan el pelo formando una especie de moño en la coronilla, y el resto del cráneo está rapado. Otros tienen el cabello engrasado, pegado a las orejas y al cuello. Muchos ostentan franjas de pelo, de dos o tres dedos de ancho, alternando con trozos rapados, desde la frente hasta el cuello. Todos los rostros están embadurnados. Tienen una franja negra de oreja a oreja, con círculos blancos en los ojos y en la boca. El pecho, el vientre, los brazos y la espalda relucen con grasa de color. Usan collares de conchas, pulseras en los brazos y cinturones. Algunos tienen pendientes en las orejas y en la nariz. Los franceses de Trois Rivières deciden no permitir el viaje a los misioneros. Un franciscano, el P. Nicolás Viel, ha perecido ahogado el año anterior, después de haber pasado dos inviernos con los hurones. Las explicaciones de los jefes hurones, por cierto, no parecen claras. Más bien, dejan en los franceses la impresión de un crimen. Los misioneros, sin embargo, traban amistad con algunos jefes. A Juan de Brébeuf lo miran con cierta admiración: por su altura y corpulencia. Lo empiezan a llamar "Echon", al no poder pronunciar el nombre francés de Juan. Los dos misioneros insisten en seguir. Hay un largo parlamento. Al fin, los hurones, ante las sospechas, pretextan no tener sitio en las canoas. Entonces, todos los franceses regresan a Quebec. La misión de los algonquines En Quebec, Juan de Brébeuf y sus compañeros se dedican a la construcción de la Residencia jesuita, junto al río San Carlos, a unas dos millas de la aldea. Y desde allí, empiezan la dura tarea de evangelizar a los algonquines. Es muy poco lo que pueden hacer. Juan obtiene del P. Lalement, por insistencia de ruegos, la licencia para incorporarse a un grupo de algonquines, que acepta su compañía en su vivir nómade de pleno invierno. Con ellos camina, navega en canoas, atraviesa bosques, participa en la caza del oso y del castor. Sube montañas, sufre la nieve. Comparte muchas veces el hambre. Lo más duro es la convivencia promiscua en los campamentos, junto al fuego. Pero aprende mucho, costumbres y palabras de su lengua extraña. De nuevo hacia los hurones El 14 de julio de 1626, llegan a Quebec, desde Francia, otros tres jesuitas. Con uno de ellos y un sacerdote franciscano, Juan de Brébeuf inicia nuevamente la expedición hacia los hurones. En el cabo de la Victoria los encuentran, igual que el año anterior. Hay muchos regateos, muchos rechazos, insistencias y ruegos. Por fin, Echon se embarca en una canoa hurona. Debe remar, llevar cargas, atravesar cascadas con la canoa a cuestas, remontar el cenagoso río Ottawa. A las tres semanas, llegan al lago de los indios nipissingos, aliados de los hurones. Allí descansan dos días. Continúan. Es una sucesión interminable de rápidos y el agua es negra. Navegan otros cuatro días a través de canales traidores. Por fin, llegan a la Bahía Georgia en el Lago Hurón. Reman noventa millas y arriban al extremo sur. Un poco más arriba queda la aldea hurona de Toanché, de quince casas. De rodillas, Juan de Brébeuf da gracias a Dios. Los hurones, las mujeres y los niños lo miran con asombro. Entre los hurones Durante el invierno, Juan aprende a vivir como un hurón. Su alimentación es el maíz, el pescado y la carne de castor, de oso y de antílope. En junio de 1627, su compañero jesuita, el P. Anne Nouë, regresa a Quebec. No puede acostumbrarse. Juan visita, una tras otra, las 25 aldeas del pueblo hurón. Poco a poco, empieza a querer a ese pueblo que Dios le ha puesto en su camino. El aprendizaje del idioma es, sin duda, lo más duro. En el mes de junio de 1628, también lo abandona el compañero franciscano. Juan queda, entonces, totalmente solo. En el tercer invierno, trabaja duramente en un diccionario, en una gramática y en la traducción del Catecismo Ledesma. No quiere bautizar a nadie en esos tres años. Solamente es un amigo del pueblo hurón. Expulsado del nuevo mundo En junio de 1629, también él debe abandonar Toanché. Por obediencia, se le pide regresar con maíz. En Quebec la población muere de hambre. Los ingleses están cerca y es necesaria su ayuda. Pocos días después de llegar, atacan los ingleses y Quebec se rinde. La población francesa y con ella, los franciscanos y los jesuitas, pasan a Tadoussac para regresar a Francia. En Francia El P. Juan de Brébeuf y sus cinco compañeros jesuitas llegan a Calais los últimos días de octubre de 1629. En París entrega al Provincial informes escritos y verbales sobre la Nueva Francia. En todos los ambientes es admirado y, con gran curiosidad, quieren conocer sus experiencias entre los "salvajes". La Compañía Montmorency es reemplazada por la de los Cien Asociados, decisión tomada por el Cardenal Richelieu, de acuerdo con los recoletos y los jesuitas. La Tercera Probación Juan de Brébeuf entra entonces al curso de Tercera Probación bajo la tutela del famoso P. Luis Lalement. Hace el mes de Ejercicios, y el 20 de enero de 1630 pronuncia los últimos Votos en la Compañía de Jesús. Conservamos el mejor de sus propósitos. "Sea yo destrozado antes de violar oluntariamente una disposición de las Constituciones. Nunca descansaré, jamás he de decir: basta". El regreso al Canadá En 1632, el Cardenal Richelieu ordena el regreso a Nueva Francia. Ha obtenido la restitución de parte de Inglaterra y ha dispuesto la organización de un imperio para Francia. Pero esta vez, la evangelización queda sólo bajo la responsabilidad de la Compañía de Jesús. Excluye, así, a los franciscanos recoletos, con gran pesar de todos. En la primera expedición, no es incluido el P. Juan de Brébeuf, y debe quedarse en Francia con profunda pena. En ella parte su amigo el Padre Antonio Daniel. Pero el 23 de marzo de 1633, se embarca en el buque insignia del ahora Virrey Samuel Champlain. Es una vuelta en gloria y majestad. El 25 de mayo de 1633 está nuevamente en Quebec. Juan de Brébeuf baja aprisa y corre hasta Nuestra Señora de los Angeles para abrazar, emocionado, a sus compañeros. La Misión de Ihonatiria A principios de julio de 1633, llegan los hurones y prometen llevar con ellos a Echon, el próximo verano. Irán tres: los PP. Antonio Daniel, Ambrosio Davost y él. Además, seis franceses les ayudarán en las construcciones. El 4 de julio de 1634, Brébeuf viaja en dirección a los hurones y bendice la fundación del Fuerte de Trois Rivières, la futura ciudad. Y de nuevo viene el viaje extenuante. "Hemos llevado a cuestas nuestras canoas 35 veces y las hemos remolcado, por lo menos, cincuenta". Se establece esta vez en Ihonatiria, adonde se han trasladado los hurones de Toanché. Con sus amigos construye la casa de la Misión de San José y se da, con entusiasmo, al trabajo apostólico. En 1635 los jesuitas se atreven a bautizar a dos ancianos. Visitan con gran sacrificio todas las aldeas huronas. Son bien recibidos. Juan ya puede decir en lengua hurona casi todo lo que quiere y, por cierto, ésa es la mejor de sus ventajas. Día a día adquiere autoridad y crédito ante el pueblo. El 13 de agosto de 1635, llegan a su lado los PP. Francisco Le Mercier y Pedro Pijart. En 1636, envía a 12 jóvenes hurones a Quebec para ser educados en la Misión de Nuestra Señora de los Angeles. El 13 de agosto de 1636, llegan a la Misión el padre Carlos Garnier y otro jesuita y, el 11 de septiembre, Isaac Jogues y un joven francés. Las epidemias Pero con los nuevos misioneros, llega también la gripe que hace ya estragos en Quebec y Trois Rivières. En la Misión hurona de San José, todos los jesuitas y gran parte de los franceses caen enfermos y quedan al borde de la muerte. Solamente Juan de Brébeuf escapa al contagio y puede dedicarse con gran sacrificio a sus súbditos y hermanos. Poco después, la aldea hurona entera se contagia y Echon pasa a ser el principal médico que desafía a los hechiceros. Sólo en febrero de 1637, la epidemia empieza a ceder. El fundador de misiones El 8 de junio de 1637, Juan de Brébeuf funda la Misión de Nuestra Señora de la Concepción, en Ossosané, la capital hurona de la nación del Oso. La epidemia de fiebre ecrudece en julio en toda Huronia. Ahora se sospecha que los "sotanas negras" son los causantes. Todos los misioneros están entonces en peligro de muerte. Juan logra la conversión de uno de los jefes, Chihwatenhwa, a quien ha cuidado con enorme cariño durante las fiebres. Pero el peligro de la vida es evidente. Se han multiplicado las miradas de odio. El voto del martirio Juan escribe, entonces, su voto de martirio, para pronunciarlo todos los días en la misa. "Formulo mi voto en presencia Tuya, del Padre Eterno y del Espíritu Santo. En resencia de tu Madre y de San José, ante los ángeles, apóstoles y mártires, ante mi padre San Ignacio y San Francisco Javier. Formulo mi voto formal, y lo dedico a Ti, Jesús. Si la gracia del martirio se me ofrece, por tu infinita misericordia, no dejaré pasar esta gracia. Hago este voto por el resto de mi vida. A Ti, Señor Jesús, te ofrezco con placer mi sangre, mi cuerpo y mi alma, desde este día, y me ofrezco con gozo a morir por Ti, si así lo deseas Tú que moriste por mí". La cosecha del misionero El 1 de febrero de 1638, Juan de Brébeuf es nombrado solemnemente jefe hurón. Es el mayor honor que puede obtener un misionero. Las conversiones continúan. Tiene el consuelo de bendecir el primer matrimonio en tierra hurona, el de José Chihwatenhwa y de María su esposa. El 25 de junio de 1638, decide trasladar la Misión de San José desde Ihonatiria a Teanaustayé, la capital hurona de la nación de la Cuerda. Deja allí a Isaac Jogues y a Pedro Chastellain. Un nuevo Superior El 26 de agosto de 1638, llegó a Huronia el P. Jerónimo Lalement, con el cargo de Superior. De inmediato el P. Lalement, secundado por Juan de Brébeuf, decide organizar definitivamente la Misión. Acepta las ideas de Echon y juntos echan las bases de la institución de los "donados" en la Compañía. Se necesitan muchos misioneros. La mies es demasiado grande. Los donados serán laicos en servicio de las obras de la Compañía. Vivirán como religiosos, pero solamente con votos privados. Ellos tendrán la gran responsabilidad de las construcciones, la catequesis y todo lo material de las misiones. La guerra con los iroqueses Juan de Brébeuf es trasladado a la Misión de Teanaustayé, la que poco después se divide en dos. Todo parece sonreír. Pero la tradicional guerra de los hurones y los iroqueses recrudece ese año. En una redada hurona, caen prisioneros 80 iroqueses. Según la ley hurona, son condenados a torturas y muerte. Echon, como jefe hurón, tiene acceso a los concilios y puede convertir a un buen número de ellos. Ellos desean tener, después de la muerte, una ida feliz en la otra que se les promete. También las conversiones, en los poblados de la Misión, aumentan con la alegría profunda de los misioneros. En 1638, el número de cristianos llega a 50. En 1639, en las tres Misiones se cuentan 96. La Misión de Santa María A fines de agosto de 1639, el P. Jerónimo Lalement decide agrupar a los misioneros de toda la Misión hurona en un solo sitio. Funda, así, la Misión de Santa María, relativamente cerca de la antigua aldea de Toanché. Pero muy pronto llega a los poblados hurones la epidemia de la viruela. Nuevamente, la mortandad es de los indios y el peligro para los misioneros. ¿Por qué no mueren los sotanas negras? Pueden ser los causantes porque no desean sanar a los hurones. La Misión entre los indios neutrales El 2 de noviembre de 1639, el padre Juan de Brébeuf es destinado por su superior a fundar una Misión entre los indios neutrales, al sur de Huronia. El nombre de "neutrales" lo reciben porque viven en paz con los hurones y también con los iroqueses del lado sur del lago Erie. Juan, con un compañero jesuita, dos donados y un joven hurón, avanza hacia el sur. Al séptimo día llegan al poblado de Kanducho. El idioma es un dialecto parecido al hurón, con marcadas diferencias de pronunciación. Todos los neutrales usan tatuajes. Las caras, los cuerpos, los brazos y las piernas muestran franjas negras, círculos y dibujos. Juan de Brébeuf comienza el recorrido de todas las aldeas. Pero no es bien recibido. En todas ellas hay prevención en su contra. Los jefes neutrales creen que con el misionero puede venir la peste. Algunos hurones enemigos divulgan esos rumores. En la misión emplea un año y cuatro meses. Es un tiempo difícil. Soporta peligros y amenazas y no obtiene conversiones. Por fin, al iniciarse marzo de 1641, emprenden Juan y su compañero el regreso a Santa María. Pero al cruzar un arroyo, resbala y se da un golpe contra el hielo. A duras penas, debe admitir que se ha quebrado la clavícula del lado izquierdo. El día 19 de marzo, con gran trabajo, los dos jesuitas llegan a Santa María para celebrar de inmediato la Misa, en honor del santo patrono de la Misión. Un descanso en Quebec El P. Jerónimo Lalement decide enviar a Juan de Brébeuf a la ciudad de Quebec, con las canoas que viajan en el mes de mayo. La clavícula quebrada no puede ser tratada en la Misión y los dolores de Brébeuf parecen muy intensos. Después de siete años consecutivos entre los hurones, bien puede recuperar las fuerzas en Quebec. Con hondo desconsuelo en Santa María, lo despiden. Todos lo aprecian, sacerdotes, hermanos, donados y obreros. Lo quieren hondamente, por su humildad, inagotable paciencia, caridad y valor indomable. El 20 de junio de 1641, las canoas llegan a Trois Rivières, con admiración de todos, a causa de las incursiones iroquesas alrededor de la ciudad. Pocos días después, los misioneros están en Quebec. Juan visita, fascinado, la nueva Misión de los jesuitas en el poblado de los algonquines cristianos de Sillery. Poco después, recorre el hospital fundado por las religiosas de Dieppe y también el Colegio de las Ursulinas para muchachas algonquinas. Juan es nombrado Superior de Sillery. Desde allí, siempre inquieto, participa en la fundación de la ciudad de Montreal y apoya, con todos los medios a su alcance, a su querida misión entre los hurones. Un dolor que desgarra En julio de 1642, recibe en Trois Rivières a Isaac Jogues que acompaña a los hurones en el viaje anual de comercio. En el mes de agosto, Juan decide el destino del joven donado y hábil cirujano René Goupil como compañero de Isaac. Más que otras veces, sufre con ese viaje de sus amigos, pues él quisiera acompañarlos. Pero su decisión de guiarse por la obediencia le devuelve la paz. Al atardecer de ese mismo día, Juan conoce, con horror, que Isaac, René y los hurones han caído en manos iroquesas. Siente desgarrársele el corazón, pero una vez más debe cumplir la voluntad de Dios. Llora como un hombre y encomienda a sus amigos. Poco después, Juan bautiza en Quebec a seis hurones, todos jóvenes. Incansable, sigue con sus trabajos en Sillery y Trois Rivières. Noticias alarmantes El 12 de junio de 1643, llegan a Trois Rivières dos hurones. Con emoción, Juan de Brébeuf reconoce, en esos rostros torturados, a José y a Pedro, los dos hermanos de Chihwatenhwa. Pertenecen al grupo de los prisioneros capturados por los iroqueses en el pasado mes de agosto. Ellos relatan los tormentos, cómo fueron pasados por el fuego, despedazados y la vida de esclavitud durante el invierno. Narran también la muerte de René Goupil. Juan llora casi sin consuelo. El 15 de agosto, llegan a Trois Rivières varias canoas iroquesas. Los franceses permiten que atraque una sola y con un solo iroqués. Este entrega a Juan una carta de Isaac, en latín, francés y hurón: "Esta es la cuarta carta que escribo desde que estoy con los iroqueses. Los holandeses han tratado de rescatarnos, pero ha sido en vano. Estoy resuelto a seguir aquí hasta que Dios lo quiera. No pienso huir, aunque se me presente la ocasión de hacerlo". Otro año de angustia Un año más Juan de Brébeuf debe quedarse en Quebec, Sillary y Trois Rivières. El 27 de abril de 1644, después de haberla preparado, despide a la expedición del P. Francisco Bressani, joven jesuita italiano, con sus seis hurones cristianos y un donado francés. Dos semanas más tarde, el 14 de mayo, recibe con profundo dolor la noticia de que los hurones han perecido y que el P. Bressani es esclavo de los iroqueses. Después, Juan de Brébeuf es llamado a Quebec para celebrar conferencias con el Gobernador y el P. Vimont, el Superior jesuita de Nueva Francia. Es urgente lograr la paz con los iroqueses. De lo contrario, todos los esfuerzos hechos con los algonquines, hurones y neutrales podrán perderse. Una sorpresa increíble En junio de 1644, llega a Quebec la flota que viene de Francia. La sorpresa de Juan es enorme cuando ve descender desde los veleros a su querido amigo Isaac Jogues. Antes de preguntar nada se confunden en un abrazo. Isaac cuenta a sus amigos la tremenda odisea. Los iroqueses han sido en verdad muy duros. Los jesuitas miran, sorprendidos, las manos mutiladas y la paz del amigo. Ha podido huir con la ayuda de los holandeses. Llegó a Francia para Navidad. Obtuvo permiso para regresar. Ahora lo ven nuevamente feliz. En el mes de julio, Juan y su amigo Isaac viajan juntos a Trois Rivières. A los pocos días, llegan a la ciudad doce canoas huronas, con el P. Pedro Pijart y algunos donados. Los hurones declaran que no vienen a comerciar sino que viajan en lucha guerrera contra los iroqueses. Juan de Brébeuf cree ver, entonces, una nueva oportunidad para él. El P. Pijart puede quedarse en Trois Rivières y él dirigirse de nuevo al país hurón. Se apresura y va a Quebec a pedir la autorización del P. Vimont. Este asiente y le entrega los últimos documentos llegados de Francia. El P. Jerónimo Lalement debe regresar a Quebec, pues es el nuevo Superior de la Misión de Nueva Francia. El P. Pablo Raguenau ha sido designado como Superior en la Misión hurona. Juan de Brébeuf será el encargado de comunicar los cambios. Por tercera vez en Huronia De Quebec Juan viaja, feliz, con su tercer destino hacia los hurones. Con él van otros dos jóvenes misioneros, Natal Chabanel y Leonardo Garreau. El 7 de septiembre de 1644 llegan a Santa María, después de 30 días de viaje. A Echon los hurones y los jesuitas, lo reciben tumultuosamente. Primero, los gritos de sorpresa, después vienen las risas y los abrazos. En la capilla de troncos, todos entonan el vibrante Te Deum de acción de gracias. Los recién llegados responden las miles de preguntas. Sí, el viaje ha resultado fácil. No, no han visto a los iroqueses. Isaac Jogues está en Quebec. Ha regresado con las huellas de sus torturas. Todos se alegran. Como buenos jesuitas, aceptan confiados los cambios de Superiores. El P. Jerónimo Lalement es para todos un verdadero padre, muy querido, y se felicitan de tenerlo como Superior principal en Quebec. Desde allí velará con dedicación por la Misión hurona. El P. Pablo Raguenau se parece mucho a Brébeuf y es como su sombra. Es un buen religioso, inteligente y de una caridad a toda prueba. "Aondechate" como lo llaman los hurones es otro Echon. La nueva Misión de Santa María La comunidad tiene ahora dieciséis jesuitas. De ellos, catorce son sacerdotes y dos son hermanos. También se cuentan once donados. Santa María ha progresado mucho en los tres años de ausencia de Brébeuf. Ahora es casi una fortaleza, con empalizadas hasta el río. En el recinto hay cinco edificios, talleres y almacenes. La casa de la comunidad tiene dos pisos, dos chimeneas, doce aposentos, sala de estar, comedor y cocina. La Capilla tiene 15 metros de longitud y 8 de ancho, un altar de piedra, imágenes talladas por los hurones, hermosos ornamentos y cuadros. Hay una casa para los donados, y otra para los huéspedes. Dentro del recinto hay un pozo de agua, una fragua, y corrales para las gallinas y los cerdos. Juan de Brébeuf no sale de su asombro. Con profunda alegría, visita las construcciones junto a la Misión, la Capilla de los hurones, el pequeño hospital y el cementerio. En el campo hay sembrados. Por todo el país se extiende la noticia del regreso de Echon. Los hurones vienen a Santa María, desde todos los poblados, de Ossossané y Teanaustayé y de los más alejados. Uno de Ossossané le dice: "Pronto todo nuestro poblado será cristiano". Juan queda destinado a Santa María. Desde allí, en largas excursiones, debe atender a las aldeas huronas de Santa Ana, San Luis, San Dionisio, San Juan y San Francisco Javier. Noticias de los iroqueses En septiembre de 1645, ante la sorpresa y alegría de Juan y de todos los habitantes de Santa María, llega en una canoa el P. Francisco Bressani. Nada se sabía de él desde que había sido capturado por los iroqueses en abril del año anterior. El cuenta su tortura y cómo fue rescatado por los holandeses y enviado por ellos a Francia en el mes de octubre. Echon contempla con dolor las cicatrices que cubren el cuello, la cara, los brazos, las piernas y las manos del P. Francisco. De éstas, los iroqueses le amputaron algunos dedos y otros los arrancaron a mordiscos, dejándole sólo los muñones. Juan piensa que el P. Francisco es un mártir y reza profundamente para merecer iguales sufrimientos y, si Dios lo quiere, una muerte sangrienta. En noviembre, Juan hace un viaje de seis días, remando con un donado, para visitar a un grupo de hurones que ha huido más allá del lago Nipissing. A su regreso, continúa sus recorridos entre los poblados hurones. Noticias de su amigo Isaac Jogues En uno de los poblados, Juan se entera de las muertes de Isaac Jogues y de Juan de La Lande a manos de los iroqueses mohawks. Para él es la noticia más triste de su vida. Desconsolado, llora amargamente por sus dos amigos y también por los iroqueses mohawks. Admira la labor de Isaac Jogues. Sin desmayar, él inició las tentativas de paz con los onondagas, los cayugas y los oneidas, las tres naciones centrales de los iroqueses. Los senecas se negaron. Ahora también los mohawks están en implacable guerra contra los hurones. El martirio de Antonio Daniel En septiembre de 1647, el P. Pablo Raguenau, el Superior de la Misión hurona, decide ampliar los horizontes misioneros hacia los petuns, los algonquines del norte y volver a los neutrales. Juan queda en Santa María, con sus mismas aldeas huronas. A principios de junio de 1648, tiene el consuelo de recibir en la Misión de Santa María al P. Antonio Daniel. Los hurones lo llaman Antwen. El ha llegado para hacer, en la casa principal de la Misión, los Ejercicios espirituales de año. Con su amigo hace nuevos planes. Antonio Daniel regresa a su puesto de Teanaustayé el 2 de julio. Los iroqueses atacan la aldea el día 4, queman y matan. La noticia del martirio de su amigo le llega a Juan el mismo día. Corre a Teanaustayé y sólo encuentra cenizas. La continuación del trabajo En 1649, además de los poblados hurones a su cargo, Juan se encarga de la aldea de San Ignacio que reemplaza al destruido poblado de Teanaustayé, a unos 8 kilómetros de Santa María. El nuevo pueblo ha sido construido bajo las indicaciones de Juan. Recibe como compañero al Padre Gabriel Lalement, misionero llegado recién el año anterior. Con Gabriel, llamado ahora Atironta, recorre todas las aldeas. En todas recibe una buena cosecha espiritual. De nuevo los iroqueses En la mañana del lunes 15 de marzo de 1649, Juan de Brébeuf y Gabriel Lalement parten desde Santa María para el recorrido usual de sus Misiones. Pasan el día en San Luis, ubicado a 4 kilómetros, con sus cuatrocientos hurones. Alojan en la pequeña cabaña. Poco después del alba, del día 16, dicen sus Misas. Ese mismo día tienen pensado dirigirse a la aldea de San Ignacio, a otros 4 kilómetros de distancia. A las seis de la mañana, cuando están terminando la acción de gracias, son sorprendidos por los gritos de los hurones: "¡Los iroqueses están en San Ignacio! ¡Los iroqueses están degollando a los hurones de San Ignacio! ". Juan piensa, horrorizado: No tardarán de presentarse en este pueblo de San Luis. Sobreponiéndose al griterío de los hombres y a los aullidos desesperados de las mujeres y los niños, prepara la defensa. Los hombres van a las empalizadas y las mujeres con los niños son obligados a huir hacia el bosque. Después ambos, Echon y Atironta, corren a las empalizadas. El jefe hurón les insta a huir con las mujeres. Echon contesta que su puesto está ahí, para cuidar a los guerreros. Muy pronto los iroqueses llegan a la empalizada. Silban las flechas y suenan los disparos de los mosquetes iroqueses. El primer ataque es rechazado. En un segundo ataque masivo, la aldea es capturada. Las torturas Los prisioneros son fuertemente atados. A empellones los iroqueses los obligan a salir del poblado. Los agrupan como a un rebaño. Saquean y matan. Aullando en frenética danza, celebran la victoria. Después, queman las construcciones. A los prisioneros los obligan a cantar y, en trote agotador, los llevan a San Ignacio. En el bosque, los iroqueses arrancan las ropas a Echon y a Atironta. Los dejan desnudos como van ellos. Al llegar a la aldea de San Ignacio, los iroqueses se ponen en dos filas paralelas y obligan a los prisioneros a pasar entre ellas. Con palos y porras, aullando, los golpean hasta que puedan llegar al otro extremo. Echon, con el cuerpo magullado, queda al fin acurrucado junto a sus amigos los hurones. Juan y Gabriel, en cuchillas, hacen su oración y ofrecimiento. Echon dice a Atironta que probablemente él, Gabriel, va a quedar con vida y va a ser llevado a los poblados iroqueses como esclavo. En tal caso, le aconseja, deberá huir, como Isaac y el P. Francisco Bressani. El uno al otro se oyen en confesión y se absuelven mutuamente. Poco después son obligados a ponerse de pie. Se les ordena que bailen y entonen el canto de la muerte. En la danza, los iroqueses saltan sobre Echon. A mordiscos le rompen los huesos de las manos. Le arrancan las uñas y mascan sus dedos. Lo arrastran a un poste. Lo amarran y empieza el tormento del fuego. Echon conoce el código de los iroqueses. Sabe lo que esperan de él. Por eso, pide fuerzas a Dios para no expresar ni temor, ni proferir quejas. Mientras lo queman, no grita. Reza y consuela a los hurones que mueren con él. Juan grita: "Jesús, ten misericordia". Los hurones contestan: "Echon, ruega por nosotros". Los iroqueses hacen callar a Echon apretándole una tea encendida dentro de la boca. Después lo empiezan a quemar entero. Todavía vivo, le echan sobre la cabeza y las heridas agua hirviente, como una burla del bautismo. "Echon, te bautizamos, para que puedas ser feliz". A duras penas, Echon dice: "Jesús, ten misericordia". Y en lengua hurona agrega: "Jesús, taiteur". Uno de los iroqueses le coge la nariz y la arranca de un tajo. Otro le hiere el labio superior, tira la lengua y le corta un pedazo. Un tercero le quema la boca con un tizón encendido. La muerte Entonces, el enorme cuerpo de Echon, al quemarse las ataduras, cae a las brasas. Sus ojos que todavía están abiertos, son vaciados con una tea encendida. Lo sacan del fuego. Todavía estávivo. Ponen su cuerpo en un tablado. El jefe iroqués, con su afilado cuchillo, le arranca el cuero cabelludo. Ese es su trofeo. Después hunde su largo cuchillo de guerra, en el costado, y le arranca el corazón. Chupa la sangre, lo asa, y se lo come con avidez. Los otros jefes iroqueses también comen lonjas de carne asada y beben sangre. Un jefe descarga el hacha sobre la cabeza y la parte en dos. Después, queman todo. Son las cuatro de la tarde del día 16 de marzo de 1649. Atironta, en oración, espera su turno. La glorificación San Juan de Brébeuf fue canonizado el 26 de junio de 1930, conjuntamente con San Isaac Jogues, San René Goupil, San Juan de La Lande, San Antonio Daniel, San Gabriel Lalement, San Carlos Garnier y San Natal Chabanel. Todos ellos son los patronos de la evangelización de América del Norte
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San Isaac Jogues (Orleans , Francia ,10 de enero de 1607; Auriesville, New York,18 de octubre de 1646) Santo misionero jesuita
Entró a los 17 años a la Compañía de Jesús.Fue ordenado presbítero unos años más tarde.
Desde 1636 predicó el evangelio en condiciones extremadamente difíciles en la misión de los hurones en Canadá, con grandes logros.En 1642 fue apresado y torturado por iroqueses, en su cautiverio continuó convirtiendo iroqueses al cristianismo.
Regresó a Francia, donde se entrevistó con el Papa y el Rey de Francia.
En 1644 volvió a Canadá, actuando como mediador de paz entre los franceses y los mohawk.En 1646 viajó rumbo a los territorios de los mohawks para activar el tratado de paz pactado con el donado Juan de Lalande y un jefe hurón.Pero una epidemia de gripe causada por su anterior presencia había perturbado a los mohawks. Los mohawk lo asesinaron.
Fue beatificado el 21 de julio de 1925.
Fue canonizado el 29 de junio de 1930.

San Isaac Jogues. (Orleáns 1607 - Ossenenon, Canadá ( † 1646)
Mártir, Religioso de la Compañía de Jesús (Jesuitas), Sacerdote
En la aldea de Ossenenon, en el territorio de Canadá, martirio de san Isaac Jogues, presbítero de la Compañía de Jesús y mártir, que fue convertido en esclavo por los indígenas, los cuales le cortaron los dedos, hasta que le abrieron la cabeza a hachazos. Su memoria se celebra el día 19 de octubre.
Sacerdote y Mártir
Etimológicamente significa “aquél a quien Dios sonríe”.
Viene de la lengua hebrea. EL HOMBRE DE ORLEANS


Isaac Jogues, nació en Orleans, el 10 de enero de 1607, era el quinto de nueve niños. A la edad de diez él asistió a las escuelas Jesuítas, y, cuando tenía diecisiete, decidío volverse jesuita. Una vez aceptado, entró en el noviciado de Rouen y tenía el privilegio de ser dirigido por Louis Lalemant Padre, maestro de religion y vida espiritual. Después de dos años de noviciado Jogues siguió sus estudios en la Universidad de La Fle y en 1629 empezó a enseñar en Rouen humanidades a los jóvenes franceses. Él era un maestro exitoso, porque era un humanista dotado con un notable dominio del idioma. Cuatro años después retomó al estudio de teología en Clermont (París), y, después de tres años, se ordenó sacerdote en la capilla a Clermont. Era 1636, y Jogues se sintió listo para el trabajo de misionero en Nueva Francia, un apostolado que él había anhelado. Sus hermanos jesuítas habían lanzado la misión en Nueva Francia en 1625 mientras Jogues todavía era un novicio. En 1626, ellos habían enviado al famoso Jean de Brebeuf a abrir otra misión entre el Hurons, 900 millas tierra adentro. Éste era un apostolado muy difícil y exigente, pero Jogues deseaba ir. De los primeros años de Jogues como jesuita, el Padre Jacques Buteux, un amigo, dijo: "fue amado por Nosotros como ser muy gentil y por estar muy atento de nuestro estilo de vida." El jóven sacerdote jesuíta partió de Dieppe, el 8 de abril de 1636, y ocho semanas después su nave dejó caer ancla en la Bahía de Chaleurs. Él localizó Quebec sólo varias semanas después, el 2 de julio. EN TERRITORIO HURÓN En una carta a su madre, datado el 20 de agosto de 1636, enviado desde Three Rivers, Jogues describió su llegada, estado de salud y las impresiones iniciales. Él también agregó una breve pero importante posdata: "He recibido órdenes de estar listo para proseguir hacia la misión en territorio Hurón en dos o tres días". El 24 de agosto, Jogues se embarcó en una canoa con cinco Hurons que habían venido a comerciar y hiban de regreso a su territorio. Sería un viaje tranquilo para el nuevo misionero con el poco familiar idioma Hurón. De hecho, este primer viaje a debe de haber sido uno de los eventos memorables en las vidas de estos o de cualesquiera otros viajeros a territorio Hurón en el futuro. Jogues nos ha dejado algunas de sus impresiones del viaje. Mencionó que su única comida para la jornada era maíz indio, aplastó entre dos piedras y hervido en agua sin ningún aliño; durmiendo en precipicios altos a orillan del río Ottawa, al aire libre y bajo la luz de la luna; la incomodidad de viajar en una canoa atestada, sin poder cambiar de posición o estirar los músculos acalambrados; el silencio forzado por no conocer una palabra del lenguaje indigena; y las costumbres extrañas y bruscas de sus compañeros de viaje. Había también los acarreos interminables alrededor de los rápidos y cascadas tan abundantes en el río de Ottawa. Y todavía, pese a todos los riesgos usuales del viaje, el grupo de Jogues hizo un tiempo excelente. Ellos tomaron sólo diecinueve días para cubrir una distancia que normalmente tomaba veinticinco a treinta. Jogues desembarcó de su canoa en Ihonatiria el 11 de septiembre. Algunos años más tarde, retornando de Quebec a su misión fueron enboscados por los Iroquis, los más grandes enemigos de los Hurones, entre los pocos sobrevivientes se contaba Jogues quien terminó como prisionero. Incluso entre los mártires Isaac Jogues es algo único, porque estubo bajo arresto algunos años de martirio antes de que le llegara la muerte con un tomahawh. En cierto sentido, nosotros podríamos decir que el martirio de Jogues duró de 1642 a 1646. La verdadera grandeza de Jogues sólo surgió bajo la tensión de la captura y el sufrimiento increíble. Era como que si su conocidos nunca hubieran conocido la profundidad de su fe y amor hasta que fue probado en el fuego de tortura y cautiverio Iroqui. Eso ocurrió en 1642 cuando Jogues se fue tomado prisionero cerca de Sorel. San Isaac Jogues fue canonizado el 26 de junio de 1930, conjuntamente con Juan de Brébeuf, Natal Chabanel, René Goupil, Juan de La Lande, Antonio Daniel, Gabriel Lalement y Carlos Garnier. Un grupo de "amigos en el Señor", en la tierra y en el cielo.
http://es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=13627







San Juan de Lalande (Dieppe, Normandía Francesa, 1615; Aurisville, 19 de octubre de 1646) Santo y mártir donado jesuita.
Viaja a Nueva Francia(Canadá) y se ofrece en Quebec al Superior de los jesuitas como donado. Es aceptado y hace voto para trabajar en las misiones, de obediencia y de castidad.
Se ofrece como acompañante de San Isaac Jogues para la nueva Misión en territorio de la nación mohawk de los iroqueses. En mayo de 1646, el mismo Isaac Jogues estableció un tratado de paz con ellos. En compañía del jefe hurón Otriboure se encaminan a Ossernenon( hoy día Aurisville,New York). Encuentran que la paz se ha roto porque la presencia anterior de Jogues introdujo una epidemia de gripe que diezmó la población, en represalia Jogues es condenado a muerte y Lalande es protegido por el clan de los lobos. Jogues fue asesinado con un tomahawk el 18 de octubre de 1646. Lalande pretende recoger sus restos, pero también es ultimado por los mohawk el 19 de octubre de 1646. Beatificado el 21 Junio de 1925 por Pío XI.
Fue canonizado el 26 de junio de 1930, por Pío XI con otros siete mártires jesuitas. http://es.wikipedia.org/wiki/Juan_de_Lalande










San Gabriel Lalemant ( Canada 1610 - Canadá ( † 1649 )
En la región de los hurones, en Canadá, pasión de san Gabriel Lalemant, presbítero de la Compañía de Jesús, que con celo valeroso difundió la gloria de Dios en el mismo idioma de los pueblos de aquel lugar, antes de que él mismo fuese torturado por los idólatras. Su memoria se celebra, con la de sus compañeros, el día diecinueve de octubre.
San Gabriel Lalemant (París, Francia, 3 de octubre de 1610; Wendake, Canadá, 17 de marzo de 1649) Santo Patrón de Canadá.Mártir jesuita.
En 1630 se unió a la Compañía de Jesús y en 1632 hizo voto de misionero. Sin embargo, estuvo por 14 años como profesor en diversos colegios jesuitas, como el Colegio de Moulins de 1632 a 1635, y en otros tres colegios. Estudió filosofía y teología en el Colegio de Bourges de 1635 a 1639. Viajó a Canadá, llegando a Quebec en 1646. Su tío jesuita Jerónimo Lalemant era en esos momentos el padre provincial de Canadá.
En 1648 se le envió a Wendake como misionero y asistente de San Juan de Brébeuf. Permaneció ahí sólo seis meses antes de ser capturado por los iroqueses, torturado y asesinado.
Fue canonizado el 21 de junio de 1930 por el Papa Pío XI junto con otros 7 mártires jesuitas de Canadá. Su fiesta 19 de Octubre.
Obtenido de "http://es.wikipedia.org/wiki/Gabriel_Lalemant"






San Antonio Daniel. , - , Canadá ( †1648 )
Mártir, Religioso de la Compañía de Jesús (Jesuitas), Sacerdote









San Carlos Garnier. Paris 1606 - Ontario, Canadá ( †1649 )
Mártir, Religioso de la Compañía de Jesús (Jesuitas), Sacerdote
En la región de Ontario, en Canadá, pasión de san Carlos Garnier, presbítero de la Compañía de Jesús y mártir, el cual, mientras bautizaba a catecúmenos, fue gravemente herido por unos paganos que irrumpieron violentamente, muriendo a golpes de hacha. Su memoria se celebra el día diecinueve de octubre, juntamente con otros compañeros.
San Carlos Garnier (París, 25 de mayo de 1606 - Misión de Sta. María-Canada, 7 de diciembre de 1649) Santo y mártir jesuita.
Su padre fue secretario del rey de Francia Enrique III. Su familia fue muy católica,su hermano Enrique fue carmelita;José, capuchino; y Antonio, diocesano. Estudió en el Colegio de Clermont, principal colegio jesuita de Francia, en el cual perteneció a la Congregación Mariana de alumnos mayores. Ingresó a la Compañía de Jesús a los 18 años en 1624. Estudió en el Colegio de Clermont filosofía y teología. Hizo sus votos en 1626. Fue destacado en 1629 al Colegio de Eu en la Normandía donde conoció a San Juan de Brébeuf, fundador de la Misión de los hurones. En 1636 parte hacia el Canadá.
Cuando llega donde los hurones se produce una lluvia muy fuerte por lo que fue llamado por ellos "Uracha" que significa "creador de lluvias". En 1639 va a la misión de los petuns. Establece la Misión de Santa María entre los hurones y trabaja entre los petuns con Isaac Jogues. En 1642 se establece en la Misión de San José, en la aldea hurona de Teahaustayé. El 30 de agosto de 1645 hace la profesión del cuarto voto en la capilla de la Misión de Santa María de manos del padre superior Jerónimo Lalement. En 1646 va donde los sachents. Es victimado por los iroqueses en la Misión de santa María de los hurones. Canonizado el 26 de Junio de 1930. Su festividad el 19 de Octubre.
Obtenido de "http://es.wikipedia.org/wiki/Carlos_Garnier"





San Juan de Lalande (Dieppe, Normandía Francesa, 1615; Aurisville, 19 de octubre de 1646) Santo y mártir donado jesuita.
Viaja a Nueva Francia(
Canadá) y se ofrece en Quebec al Superior de los jesuitas como donado. Es aceptado y hace voto para trabajar en las misiones, de obediencia y de castidad.
Se ofrece como acompañante de
San Isaac Jogues para la nueva Misión en territorio de la nación mohawk de los iroqueses. En mayo de 1646, el mismo Isaac Jogues estableció un tratado de paz con ellos. En compañía del jefe hurón Otriboure se encaminan a Ossernenon( hoy día Aurisville,New York). Encuentran que la paz se ha roto porque la presencia anterior de Jogues introdujo una epidemia de gripe que diezmó la población, en represalia Jogues es condenado a muerte y Lalande es protegido por el clan de los lobos. Jogues fue asesinado con un tomahawk el 18 de octubre de 1646. Lalande pretende recoger sus restos, pero también es ultimado por los mohawk el 19 de octubre de 1646.


Beatificado el 21 Junio de 1925 por Pío XI.
Canonizado el 26 de junio de 1930, por Pío XI con otros siete mártires jesuitas. http://es.wikipedia.org/

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San Nadal Chabanel. Ontario, Canadá - Ontario, Canadá ( †1649 )
Mártir, Religioso de la Compañía de Jesús (Jesuitas), Sacerdote
En la región de Ontario, en Canadá, pasión de san Nadal Chabanel, presbítero de la Compañía de Jesús y mártir, el cual, habiendo hecho voto ante Dios de permanecer hasta la muerte en su querida misión del territorio Hurón, caminando por el bosque con un cierto apóstata fue muerto por él en odio de la fe. Su memoria se celebra el diecinueve de octubre, junto con sus compañeros.
Presbítero y Mártir
Martirologio Romano: En la región de Ontario, en Canadá, pasión de san Nadal Chabanel, presbítero de la Compañía de Jesús y mártir, el cual, habiendo hecho voto ante Dios de permanecer hasta la muerte en su querida misión del territorio Hurón, caminando por el bosque con un cierto apóstata fue muerto por él en odio de la fe. Su memoria se celebra el diecinueve de octubre, junto con sus compañeros (1649). San Natal Chabanel es el patrono de todas las Casas jesuitas donde sus misioneros aprenden los idiomas de misión. Es casi una sutil ironía de los superiores de la Compañía. La determinación se debe a la extraordinaria dificultad que tuvo el santo en aprender la lengua hurona. El voto de permanecer firme en la misión es un buen desafío. Esas Casas reciben el nombre de Maison Chabanel para los jesuitas de lengua francesa y de Chabanel House para los de idioma inglés. Nacimiento y formación jesuita Escasos datos existen de la vida de Natal Chabanel. Sabemos que nace en la diócesis de Mendé, Francia, el 2 de febrero de 1613. El 9 de febrero de 1630, a los 17 años de edad, entra en la Compañía de Jesús, en el Noviciado de Toulouse. Después de los votos, hace los estudios de filosofía en la misma ciudad de Toulouse, entre los años 1632 a 1634. El magisterio lo ejerce también en Toulouse, en el Colegio, desde 1634 hasta 1637. Con éxito, enseña en las clases de retórica y filosofía. En octubre de 1637, da comienzo a los estudios de teología. Su ordenación sacerdotal tiene lugar en Toulouse en 1640. Al terminar la teología es destinado a enseñar en el Colegio de Rhodez. La Tercera probación la cumple desde el mes de octubre de 1642 al mes de julio de 1643. Las noticias desde Nueva Francia Desde su ingreso al Noviciado y durante toda la formación jesuita, Natal ha devorado las Relaciones que los misioneros franceses escriben desde el lejano Canadá. Un deseo generoso nace en su alma. Dios lo está llamando. Al finalizar la Tercera probación, pone fin a su discernimiento misionero. Él irá al Canadá y se ofrece. Quiere seguir las huellas de Juan Brébeuf, Isaac Jogues y sus compañeros. No tiene dudas. No le asustan los peligros. Más bien le ayudan. Conoce ya el martirio de René Goupil en manos iroquesas. Sabe también que Isaac Jogues está prisionero, que ha sido torturado y vive como esclavo. En la Misión del Canadá Inmediatamente después de la Tercera probación, Natal es destinado al Canadá, pues se ha ofrecido con insistencia. No sabemos nada de su partida. Tampoco del viaje, si fue duro o fácil. A Quebec llega el 15 de agosto de 1643. Después de un año en la ciudad, se embarca por fin para su meta tanto tiempo deseada, la Misión de Santa María, en el país de los hurones. En la Misión de los hurones Su primer destino es ser compañero del P. Juan Brébeuf, quien ha regresado a la Misión hurona después de tres años de ausencia. La tarea principal es aprender el idioma. Y para ello tiene al mejor de los maestros. Brébeuf es el que ha iniciado a casi todos los misioneros. Pero Natal sufre. Todo le parece muy difícil. No puede con el idioma. Siente una profunda repugnancia a todas las costumbres de los hurones. No soporta sus olores, sus comidas, ni siquiera sus tiendas llenas de humo. La desolación está en todas partes. El fracaso le parece insuperable. Lucha, pero no puede. ¿Quiere el Señor que él vuelva a Francia? Juan Brébeuf lo acompaña en su tristeza. Lo anima y lo ayuda a discernir. Es un amigo que sufre. Una carta del Superior El P. Pablo Raguenau es el Superior de los misioneros en Huronia. Con paz y cariño, sigue cada una de las etapas tristes de Natal. Queda una carta de él al Provincial de Francia: "Aquí Natal, después de tres y cuatro años dedicado al estudio de la lengua hurona, ha progresado muy poco. Ni siquiera puede darse a entender en las cosas más sencillas. No le falta memoria ni inteligencia y tiene el deseo de darse a la misión. Su manera de ser está lejos de las costumbres de los hurones. No es capaz de aceptar de ellos casi nada. La presencia de los hurones no la soporta. No tolera sus conversaciones ni su modo de vivir. Hasta la habitación de los Padres, hecha a la manera hurona, le parece repugnante. No puede dormir en el suelo ni pasar, de la mañana hasta la tarde, en una tienda llena de humo. Le molesta la nieve que cubre todos los caminos. Los insectos son su mayor tormento, de día y de noche. No soporta la pobre comida de los indígenas. Con ansias, busca un espacio, un rincón donde refugiarse. Desea estudiar en paz, pero los niños entran y gritan. Sufre mucho. Parece que Dios le ha quitado toda consolación sensible. Es algo heroico. Me ha hablado de su deseo de volver a Francia. Con lágrimas, me ha dicho: ¿No sería mejor regresar? Tal vez allí podría ser más útil. En Francia encontraré un modo de vivir más conforme a mi manera de ser. Tendré trabajos que podré desempeñar con éxito. Podría sentir las consolaciones que tuve en otro tiempo. Viviré como tantos jesuitas santos que han dado la vida por la perfección del prójimo". Una decisión heroica El 20 de junio de 1647, Natal decide permanecer en la misión hasta la muerte. Su discernimiento, tan doloroso, termina con la gracia que viene de Dios. También lo mueven el ejemplo de sus amigos y el sacrificio de ellos por la misión. Isaac Jogues ha vuelto al Canadá. Él lo ha visto y abrazado. De sus labios y de los de Juan Brébeuf, ha conocido los detalles de la muerte de René Goupil, la esclavitud y las torturas de Isaac, la huida a Francia, el recibimiento triunfal en la patria y ha admirado su regreso. También ha seguido los pasos de Jogues en la nueva misión de los iroqueses. Ha llorado su muerte y la de Juan de La Lande. Él, Natal, no puede ser cobarde. Ese día 20 de junio, fiesta del Corpus Christi, sella su decisión con un voto solemne: "Jesús, por tu disposición admirable, has querido llamarme para ser ayudante de tus apóstoles en este país de los hurones. No me he mostrado digno, pero tengo el deseo de responderte. Yo, Natal Chabanel, en presencia del Santísimo Sacramento, hago mi voto de perpetua permanencia en esta misión de los hurones, comprendiendo todo, tal como los Superiores de la Compañía lo dispongan. Te ruego aceptarme como esclavo perpetuo de esta misión y de hacerme digno de este sublime oficio". Es heroico agradecer a Dios la cruz, y con un voto remachar los clavos para siempre. A la Misión de los petuns Un año después, es destinado por el P. Pablo Raguenau a las misiones de los petuns, como compañero de San Carlos Garnier. En este destino puede verse la mano cariñosa del Superior. Carlos es un misionero experimentado, su optimismo puede ser contagioso. Poco antes de marcharse a la tierra de los petuns, Natal se abre a su confesor, el P. Pedro Chastellain: "Ignoro lo que me pasa, o lo que Dios quiere de mí. Me siento muy cambiado. Por naturaleza soy un cobarde. Pero ahora que voy a una misión mucho más peligrosa y en que la muerte no parece estar lejana, no tengo miedo. Esto no es mío. Que Dios me lleve totalmente a Él". Con Carlos Garnier, vive algunos meses. Es el único tiempo feliz de Natal. Dios parece haberlo aceptado y la consolación va entrando con fuerza en el corazón. Con su compañero, recorre las chozas y empieza a sentir la dicha del éxito. La terrible guerra de los iroqueses Entretanto, en la tierra de los hurones la guerra recrudece terriblemente. Los iroqueses se ensañan contra sus tradicionales enemigos. Y la muerte también llega a los misioneros. El día 16 de marzo de 1649, en Santa María, el P. Pablo Raguenau observa el humo que se eleva desde los bosques. Es la misión de San Luis la que arde. Unas horas después llegan mujeres despavoridas y los niños de los hurones. Los iroqueses han atacado y Juan Brébeuf y Gabriel Lalement han decidido quedarse con su pueblo. El P. Raguenau siente que la sangre se hiela en sus venas. Ambos, sin duda, están en las manos de los iroqueses. El P. Raguenau organiza la defensa de Santa María. Si llegan los iroqueses, todo puede perecer. Al día siguiente, llegan a Santa María 300 hurones desde la nación del Oso. Ellos anuncian que otros también vienen en ayuda. De inmediato entonces, sigilosamente, salen los hurones hacia San Luis y San Ignacio. Primero tienen un revés; después, con los socorros, viene la victoria. Santa María parece estar a salvo. El 19 de marzo, llegan los hurones que, con el desastre iroqués, se han liberado. El jefe Esteban Annaotaha narra a los horrorizados jesuitas los detalles del martirio de Juan Brébeuf y de Gabriel Lalement. En las aldeas, dicen, sólo hay cenizas. El día 20, los jesuitas y la mitad de los guerreros viajan a San Luis y a San Ignacio. Sólo encuentran ruinas, silencio y muerte. Sollozando, recogen el cuerpo ennegrecido de Juan Brébeuf y el cadáver del torturado Gabriel Lalement. Los envuelven en sábanas y mantas y con veneración los llevan a Santa María. El abandono de la Misión hurona Los sachems se reúnen. Deciden abandonar todas las aldeas. No es posible luchar, con flechas, contra los iroqueses armados con mosquetes. En una semana, comienza el gran éxodo. Algunos buscan refugio en la nación de los neutrales. Otros se dirigen al norte, hacia los algonquines. Centenares parten hacia la tierra de los petuns. La nación hurona está deshecha. Los jesuitas deciden entonces acompañarlos. Determinan dejar la Misión de Santa María y reconstruirla en otro sitio. Con doce hurones cristianos, celebran consejo. Es necesario trasladarse a la isla Ahoendoe. El P. Raguenau organiza los trabajos para la partida. Los hurones construyen una barcaza de 16 metros y una balsa de troncos. Con prisa empaquetan y enfardan todo: ropa, maíz, provisiones, semillas y pescado ahumado. Con especial cuidado, envuelven los vasos sagrados, ornamentos, imágenes y libros. Las reliquias de sus mártires las ponen en una caja, con fuertes cerraduras. El 14 de junio de 1649, después de asegurarse de que no hay iroqueses en la cercanía, se embarcan todos, aun los animales. Los hurones los siguen en sus canoas entonando tristes canciones de muerte. Santa María es destruida a fuego. Desembarcan en Ahoendoe y aprisa comienzan las construcciones. Es el verano y es necesario estar preparados para un invierno que puede ser muy crudo. Los hurones, hambrientos, empiezan a llegar desde todas partes. Los problemas de alimentación son la mayor de las preocupaciones de los misioneros. La guerra amenaza a los petuns En noviembre, algunos hurones regresan desde la tierra de los petuns. Traen la peor de las noticias. Los iroqueses han levantado también sus hachas de guerra contra la tribu del Tabaco. El P. Raguenau queda aterrado. En Etarita viven los PP. Carlos Garnier y Natal Chabanel y, a 15 kilómetros más lejos, los PP. Adrián Grélon y Leonardo Garreau. Con la mayor de las angustias, el P. Pablo escribe al superior de los cuatro, Carlos Garnier, una larga carta. Él desea, y así lo ordena por obediencia, que él y los otros tres se dirijan a la nueva Santa María de Ahoendoe, de inmediato. Garnier debe discernir y sólo una poderosa razón puede hacerlos obrar en contrario. El discernimiento En Etarita, a principios de diciembre, Carlos y Natal Chabanel reciben la carta. La leen silenciosamente y con tristeza se miran ambos. Sí, el peligro existe. Pero ése no puede ser un motivo para abandonar a los cristianos. Conversan, discuten, rezan y disciernen. Al fin y al cabo el P. Raguenau ha dejado a ellos la última decisión. Carlos Garnier toma la decisión del heroísmo. Partirá Natal Chabanel y él se quedará con los petuns. En carta que escribe al P. Pablo Raguenau, explica: "No tengo temor alguno por mi vida. Lo que más sentiría sería abandonar a mis cristianos. Ellos me necesitan en su hambre, miseria y en el terror de la guerra. Dejaría de utilizar la oportunidad que Dios me da, de morir por Él. Pero en todo momento estoy dispuesto a dejarlo todo y morir en la obediencia". El martirio Bajo el doble mandato de la obediencia, Natal Chabanel sale de Etarita el 5 de diciembre de 1649. El sendero pasa por la aldea de San Matías. Ahí debe pasar la noche. Con sus amigos, se confiesa y celebra la Misa, la última de su vida. Al día siguiente, cuando se despide, le dice al P. Leonardo: "Voy a donde me llama la obediencia. No sé si voy a llegar. Si llego, rogaré al Superior que me devuelva a la misión. Siento necesidad de servir a Dios hasta la muerte". En la madrugada del día 7 de diciembre, emprende su viaje. Es un sendero difícil. Son seis leguas que deben ser recorridas a través del bosque y de la nieve. Hace mucho frío. Al anochecer, los ocho hurones cristianos que lo acompañan se duermen junto al fuego. Natal permanece en vigilia y empieza a rezar. A medianoche oye el alarido y los cantos de los iroqueses que pasan. Son los que regresan de la aldea de San Juan y que han dado muerte a Carlos Garnier. Los hurones huyen de inmediato, aterrorizados. Ninguno socorre a Natal. Este también huye. Pretende seguir a sus cristianos. No le es posible alcanzarlos. Agotado cae y de rodillas dice su oración: "No importa que yo muera. Esta vida vale muy poco. La gloria del cielo no pueden quitármela los iroqueses". Esto narraron, en San Matías, los hurones que lograron huir. Una búsqueda incesante Los jesuitas deciden buscar a Natal. Se niegan a aceptar su muerte. Con los hurones, recorren todos los sitios imaginables. Si está muerto, quieren llevarse sus restos. Si está vivo, ansían socorrerlo. Pero no encuentran ni la menor huella. Un mes más tarde, tropiezan con un hurón apóstata de nombre Homareenhaket que lleva el sombrero y la manta de Natal. Interrogado, responde que él ha encontrado al Padre en el bosque, desmayado, encima de su bolso de libros. Él había querido ayudarlo y transportarlo en su canoa, pero no fue posible. No dijo más. La sospecha de la traición quedó clavada en el corazón de los jesuitas. Dos años después supieron la verdad. El hurón apóstata confesó su crimen. Él lo había encontrado junto a la orilla. Con su hacha le había dado muerte. Lo había despojado y echado el cuerpo al río. El hurón dijo que lo había matado por odio a la fe. Desde que su familia se había hecho cristiana, los suyos no habían experimentado sino desdichas y calamidades. Ese día fue el 8 de diciembre de 1649, la fiesta de la Inmaculada. La glorificación San Natal Chabanel fue canonizado el 26 de junio de 1930, conjuntamente con Juan Brébeuf, Isaac Jogues, René Goupil, Juan de La Lande, Antonio Daniel, Gabriel Lalement y Carlos Garnier. Un grupo de "amigos en el Señor", en la tierra y en el cielo.