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jueves, 17 de septiembre de 2009

¿Y despues de las vacaciones ? ...


El Arzobispo de Valencia / Carta Semanal /20 Sept 2009
Sois gozo y esperanza de la Iglesia y del mundo
Comenzamos un nuevo curso. Entre todas las instituciones que comienzan su andadura, después de este tiempo de vacaciones, hay una que en la Iglesia sobresale entre todas por la tarea que desarrolla, ésta es el Seminario, nuestros Seminarios. Lugar de formación de los futuros sacerdotes.

Os pido a todos los cristianos que el Seminario esté en las entrañas de vuestro corazón y de vuestra vida: amad y quered el Seminario. Es un lugar necesario y único para hacer ese diseño que va a producir una belleza singular, como es la formación de los candidatos al sacerdocio. Allí acontece algo no fácil de describir, pues sucede lo que Jesús hizo con sus discípulos primeros: llamó a los que quiso para que estuvieran con Él, para enviarlos a predicar. Pero antes les pidió que estuvieran con Él, que tuviesen un tiempo de formación que fundamentalmente estaba destinado a desarrollar una relación de comunión y de amistad profundas con Él.

En nuestra Archidiócesis de Valencia, tenemos una riqueza singular para la formación de los sacerdotes. Una riqueza que viene marcada por la historia, por las necesidades y por santos pastores que han tenido un aprecio especial al ministerio sacerdotal. Dentro de esta riqueza en sus diversas formas, hay algo que es común y es lo que debe existir y debe ser todo seminario: un ambiente espiritual, un itinerario de vida, una atmósfera que favorece el proceso de formación de todos los que han sido llamados por Dios al sacerdocio, para que puedan llegar a ser, con el sacramento del Orden, una imagen viva de Jesucristo Cabeza y Pastor de la Iglesia.

Felicitamos a quienes llamados por el Señor, hoy como seminaristas, se reúnen en nuestra Archidiócesis de Valencia, para aprender a dar una respuesta personal a la pregunta fundamental de Cristo: “¿Me amas?” (Jn 21, 15). Y la respuesta de ellos, no puede ser otra que la que tuvieron los primeros, el don total de sus vidas. Gracias por vuestras vidas ¡Qué alegría da el que en este curso se hayan incorporado doce nuevos discípulos del Señor al Seminario Mayor y dieciséis más al Seminario Menor! Cuánto nos quiere el Señor. Pero estoy seguro de que hay muchos más jóvenes a los que el Señor está llamando. Os invito de corazón a discernir con coraje, valentía y decisión esa llamada.

A menudo me han preguntado qué se hace en el Seminario y la contestación más adecuada he visto que era esta: más que responder a lo que se hace, decir lo que se es. Siendo el sacerdote, según la Escritura y la Tradición, representante, delegado, manifestación de Jesucristo, y basándose su ministerio en una misión especial confiada por el Señor a la Iglesia, debemos buscar siempre la orientación y el paradigma en Jesucristo. En Él se da la figura radical de todo sacerdocio.

Por eso, no se puede asimilar el “oficio sacerdotal” en su esencia, significado y contenido, a otras profesiones “parecidas” o compararlo con ellas. El sacerdote ni es un asistente social, ni un formador de adultos o de jóvenes, ni un pedagogo terapéutico, ni un guía de jóvenes, ni un psicólogo, ni un crítico de la sociedad, ni un funcionario de asuntos religiosos y trascendentes o técnico en materias de teología.

Debemos encontrar lo que es el sacerdote en la persona de Jesucristo, de ahí estos años de preparación, de oración y estudio, de reflexión y meditación en el Seminario. Jesucristo es norma y prototipo del ministerio sacerdotal y por eso indagamos en su existencia y en su misión. Jesucristo fue el hombre para los otros, pero lo fue, en fórmula bíblica, siendo el hombre de Dios. ¡Qué maravilla formar hombres de Dios!

Y ahora me dirijo a vosotros seminaristas, os queremos acompañar toda la comunidad cristiana. El Seminario es un periodo importante de la vida de un futuro sacerdote. Es el tiempo propicio para crecer humana, cultural y espiritualmente. Todo debe estar organizado para vuestra futura misión pastoral: la oración, el recogimiento, el estudio, la vida comunitaria, el apoyo de los formadores. Podéis beneficiaros del hecho de que nuestros centros de formación son muy ricos en historia y están profundamente insertados en la vida de la Archidiócesis de Valencia.

La posibilidad de cursar los estudios teológicos en la ciudad de Valencia, en la Facultad de Teología San Vicente Ferrer, brinda una oportunidad singular de crecimiento y de apertura a las exigencias de la Iglesia universal. Aprovechemos estos años para testimoniar eficazmente el Evangelio en medio de los hombres de nuestro tiempo, respondiendo a las expectativas de la sociedad moderna. Hacen falta sacerdotes preparados y valientes, sin ambiciones ni temores, convencidos plenamente de la verdad del Evangelio y que su preocupación sea sobre todo anunciar a Jesucristo y en su nombre dispuestos a ayudar a las personas. Mantened la mirada fija en Jesucristo.

Sois gozo y esperanza para la Iglesia y para el mundo. Creed en la fuerza que tiene el ministerio sacerdotal. En virtud del sacramento vais a recibir todo lo que es un sacerdote. El sacerdote está llamado a ser imagen viva de Jesucristo Esposo de la Iglesia. De tal modo que cuando pronunciéis las palabras “yo” o “mi” (Yo te absuelvo o esto es mi cuerpo…), no lo haréis en vuestro nombre, sino en nombre de Cristo, in persona Christi, que desea y quiere servirse de vuestros labios y de vuestras manos, de vuestro espíritu de sacrificio y de vuestro talento. Los hombres esperan de vosotros una cosa: que seáis especialistas en promover el encuentro del hombre con Dios. Os lo aseguro, sois gozo y esperanza de la Iglesia y del mundo.


Con gran afecto, os bendice

* Carlos Osoro Sierra, Arzobispo de Valencia
Domingo 20 de Septiembre de 2009
http://www.archivalencia.org/

Foto: Frescos de la Boveda de la Capilla Mayor de la catedral de Valencia, con los ángeles músicos de Paolo de San Leocadio y Francesco Pagano. Los instrumentos que tocan son de izquierda a derecha una trompeta, una pandereta, una cítara, un organetto, un dulcemelos, un laúd, una viola de arco, una arpa, una vihuela, una dulzaina, una flauta doble y una trompeta de nuevo.


Simplemente ... Una carta bellísima.
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