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lunes, 28 de septiembre de 2009

Benedicto XVI y los Jovenes de Praga







El Papa exhorta a los jóvenes a aprovechar esta época de su vida para construir el futuro con responsabilidad y les invita a la JMJ-2011, Madrid
Lunes, 28 sep (RV).- Haciendo hincapié en que la «fe cristiana es el encuentro con Cristo», Benedicto XVI ha dirigido un alentador mensaje de esperanza a los jóvenes, exhortándolos a ser en todo el mundo «mensajeros de la esperanza de la Iglesia» e invitándolos al gran encuentro de Madrid, para la Jornada Mundial de la Juventud, que tendrá lugar en 2011.

Al finalizar la celebración de la Santa Misa, el Papa se ha dirigido con especial afecto a los numerosísimos jóvenes checos y de otros países, que se habían acampado en la explanada desde la tarde de ayer, viviendo una experiencia de fe y fraternidad: “Gracias por su presencia, que me hace sentir el entusiasmo y la generosidad que son propios de la juventud. ¡Con ustedes el Papa se siente joven!

Recordando que en cada joven hay un anhelo de felicidad, que algunas veces se mezcla con un sentido de inquietud, que la actual sociedad consumista explota de modo falso y alienante, Benedicto XVI ha puesto de relieve la necesidad de dar a los jóvenes una respuesta verdadera y exhaustiva.

Pues la juventud es precisamente la edad en que «se cumplen las primeras grandes decisiones, capaces de orientar la vida hacia el bien o hacia el mal. Lamentando que no son pocos los jóvenes que se dejan arrastrar por ilusorios espejismos de paraísos artificiales para encontrarse después en una triste soledad, el Papa ha destacado al mismo tiempo que «también hay tantos muchachos y muchachas que ‘quieren transformar la doctrina en acción’ para dar sentido pleno a sus vidas». El Santo Padre ha invitado a todos a mirar la experiencia de san Agustín, el cual decía que el corazón de toda persona está inquieto hasta que no encuentra aquello que verdaderamente busca. Y él descubrió que sólo Jesucristo era la respuesta que satisfacía el deseo, suyo y de cada hombre, de una vida feliz, plena de significado y de valor (cfr. Confesiones I,1,1).
«Como hizo con él, el Señor viene al encuentro de cada uno de ustedes. Toca a la puerta de su libertad y pide ser acogido como amigo. Les quiere hacer felices, llenarles de humanidad y dignidad. La fe cristiana es eso: el encuentro con Cristo, Persona viva que da un nuevo horizonte a la vida, y, con ello, la dirección decisiva. Y cuando el corazón de un joven se abre a sus designios, no tarda mucho para reconocer y seguir su voz. El Señor, en efecto, llama a cada uno por su nombre y quiere confiar a cada uno una misión en la Iglesia y en la sociedad». Tras alentar a los queridos jóvenes a tomar conciencia que el Bautismo les ha hecho hijos de Dios y miembros de su cuerpo que es la Iglesia, el Santo Padre ha reiterado que Jesús renueva constantemente su invitación para que sean sus discípulos y sus testigos.

A muchos los llama al matrimonio y la preparación a este sacramento constituye un verdadero camino vocacional: «Consideren entonces seriamente la llamada para constituir una familia cristiana y que su juventud sea el tiempo para construir con sentido de responsabilidad el futuro. ¡La sociedad tiene necesidad de familias cristianas, de familias santas!»

Y el Señor les llama a seguirlo en el sacerdocio ministerial o en la vida consagrada, no vacilen en responder a su invitación: «En este Año Sacerdotal, en particular, mi llamado es a ustedes, jóvenes: estén atentos y disponibles a la llamada de Jesús y ofrezcan su vida al servicio de Dios y de su pueblo. La Iglesia, también en este país, tiene necesidad de numerosos y santos sacerdotes y de personas totalmente consagradas al servicio de Cristo, Esperanza del mundo».

Una vez más, Benedicto XVI ha enfatizado la importancia de la esperanza y de los jóvenes mensajeros de Cristo en el mundo: «¡La esperanza! Esta palabra sobre la que hablo con frecuencia, se conjuga bien con juventud. Ustedes, queridos jóvenes, ¡son la esperanza de la Iglesia! Ella espera que ustedes se hagan mensajeros de esperanza, como sucedió el año pasado, en Australia, en la Jornada Mundial de la Juventud, gran manifestación de fe juvenil, que pude vivir personalmente y en la que algunos de ustedes participaron. Muchos de ustedes podrán ir a Madrid, en agosto del 2011. Les invito desde ahora a esta gran reunión de jóvenes con Cristo en la Iglesia».

Renovando su profunda gratitud por esta numerosísima presencia juvenil, por el libro que le regalaron, con fotos que cuentan la vida de los jóvenes en sus diócesis, el Santo Padre ha agradecido en especial el signo de su solidaridad hacia los jóvenes de África.

Al terminar su mensaje, el Papa les ha pedido a los jóvenes «que vivan con alegría y entusiasmo la fe». Les ha pedido crecer en la unidad entre ellos con Cristo. Orar y ser asiduos en la práctica de los Sacramentos, en particular la Eucaristía y la Confesión. Cuidar la formación cristiana permaneciendo siempre dóciles a las enseñanzas de sus Pastores. Y deseando que les guíe en este camino san Venceslao con su ejemplo y su intercesión, y siempre les proteja la Virgen María, Madre de Jesús y Madre nuestra, los ha bendecido a todos con cariño.

************ MENSAJE COMPLETO ************

¡Queridos jóvenes!

Al finalizar esta celebración, me dirijo directamente a ustedes y ante todo les saludo con afecto. Han venido en cantidad numerosa inclusive desde los Países vecinos; han “acampado” aquí desde ayer tarde y han pernoctado en tiendas, haciendo juntos una experiencia de fe y fraternidad. Gracias por su presencia, que me hace sentir el entusiasmo y la generosidad que son propios de la juventud. ¡Con ustedes el Papa se siente joven! Dirijo un agradecimiento particular a su representante por las palabras que me dirigió.

Queridos amigos, no es difícil constatar que en cada joven hay una aspiración a la felicidad, tal vez mezclada con un sentido de inquietud; una aspiración que con frecuencia la actual sociedad de consumo explota de modo falso y alienante. Es necesario, en cambio, valorar seriamente el anhelo de felicidad que exige una respuesta verdadera y exhaustiva. En la edad de ustedes se cumplen las primeras grandes decisiones, capaces de orientar la vida hacia el bien o hacia el mal. Desgraciadamente no son pocos sus coetáneos que se dejan arrastrar por ilusorios espejismos de paraísos artificiales para encontrarse después en una triste soledad. Pero también hay tantos muchachos y muchachas que quiete transformar, como ha dicho su portavoz, la doctrina en acción para dar sentido pleno a sus vidas. Invito a todos a mirar la experiencia de san Agustín, el cual decía que el corazón de toda persona está inquieto hasta que no encuentra aquello que verdaderamente busca. Y él descubrió que sólo Jesucristo era la respuesta que satisfacía el deseo, suyo y de cada hombre, de una vida feliz, plena de significado y de valor (cfr. Confesiones I,1,1).

Como hizo con él, el Señor viene al encuentro de cada uno de ustedes. Toca a la puerta de su libertad y pide ser acogido como amigo. Les quiere hacer felices, llenarles de humanidad y dignidad. La fe cristiana es eso: el encuentro con Cristo, Persona viva que da un nuevo horizonte a la vida, y, con ello, la dirección decisiva. Y cuando el corazón de un joven se abre a sus designios, no tarda mucho para reconocer y seguir su voz. El Señor, en efecto, llama a cada uno por su nombre y quiere confiar a cada uno una misión en la Iglesia y en la sociedad. Queridos jóvenes, tomen conciencia que el Bautismo les ha hecho hijos de Dios y miembros de su cuerpo que es la Iglesia. Jesús renueva constantemente su invitación para que sean sus discípulos y sus testigos. A muchos de ustedes los llama al matrimonio, y la preparación a este sacramento constituye un verdadero camino vocacional. Consideren entonces seriamente la llamada para constituir una familia cristiana y que su juventud sea el tiempo para construir con sentido de responsabilidad el futuro. ¡La sociedad tiene necesidad de familias cristianas, de familias santas! Si más bien el Señor les llama a seguirlo en el sacerdocio ministerial o en la vida consagrada, no vacilen en responder a su invitación. En este Año Sacerdotal, en particular, mi llamado es a ustedes, jóvenes: estén atentos y disponibles a la llamada de Jesús y ofrezcan su vida al servicio de Dios y de su pueblo. La Iglesia, también en este País, tiene necesidad de numerosos y santos sacerdotes y de personas totalmente consagradas al servicio de Cristo, Esperanza del mundo.

¡La esperanza! Esta palabra sobre la que hablo con frecuencia, se conjuga bien con juventud. Ustedes, queridos jóvenes, ¡son la esperanza de la Iglesia! Ella espera que ustedes se hagan mensajeros de esperanza, como sucedió el año pasado, en Australia, en la Jornada Mundial de la Juventud, gran manifestación de fe juvenil, que pude vivir personalmente y en la que algunos de ustedes participó. Muchos de ustedes podrán ir a Madrid, en agosto del 2011. Les invito desde ahora a esta gran reunión de jóvenes con Cristo en la Iglesia.

Queridos amigos, gracias una vez más por su presencia y gracias por su regalo: el libro con las fotos que cuenta la vida de los jóvenes en sus diócesis. Gracias también por el signo de su solidaridad hacia los jóvenes de África, que me han querido consignar. El Papa les pide que vivan con alegría y entusiasmo la fe; les pide crecer en la unidad entre ustedes y con Cristo; les pide orar y ser asiduos en la práctica de los Sacramentos, en particular la Eucaristía y la Confesión; de cuidar la formación cristiana permaneciendo siempre dóciles a las enseñanzas de sus Pastores. Les guíe en este camino san Wenceslao con su ejemplo y su intercesión, y siempre les proteja la Virgen María, Madre de Jesús y Madre nuestra. ¡Les bendigo a todos con cariño!