¿Cómo sabes que Jesús es Rey?
San Juan 18, 33 al 37,
Domingo 25 de Noviembre 2012
Estimados Oyentes,
Bienvenidos una vez más a nuestro encuentro dominical para celebrar juntos el Día del Señor. Hoy es el último domingo del año litúrgico, fiesta de CRISTO, REY DEL UNIVERSO. La Iglesia nos presenta el pasaje del evangelista San Juan en los días aciagos antes de la crucifixión, cuando Pilato le pregunta a Jesús:
“Conque, ¿tu eres rey? Y Jesús le contesta: “Tu lo dices: Yo Soy Rey. Y para esto he nacido y para esto he venido al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”.
CRISTO REY DEL UNIVERSO, “B53″:
Hide Player |
Play in Popup |
Download
Esta es la primera y única vez en la que Él manifiesta esta característica propia de su persona que le había acompañado desde el inicio de su vida terrena. Sí, es rey, nada menos que rey. Sin duda, llamaría la atención de sus discípulos, familiares, y más aún de las autoridades. ¿No estará loco?, comentaban. ¡Vaya! Creerse rey. De hecho, hay tantos que se han creído grandes hombres, incluso encarnaciones de dioses. ¿No hemos escuchado las historias de los manicomios en las que los pacientes se creen Napoleón, Alejandro Magno, Colón, etc.? ¿No será éste, que dice ser rey, un loco más? Ya, en alguna ocasión anterior, sus familiares habían querido retirarlo de la actividad pública, cuando empezó a correr la voz por la ciudad de que estaba loco. ¡Cómo un hijo de un carpintero sale ahora conque es rey!
¿Es verdad que el maestro de Nazaret es rey? Para determinarlo, habría que verlo en sus propios actos. “Por sus obras lo conoceréis”, dice el antiguo refrán bíblico. Por eso, para ver si Jesús, el maestro de Nazaret, es rey, hay que verlo actuar y de ahí deduciremos su verdadera realeza. Pero esta es una tarea nada fácil, ya que la idea que generalmente todos tenemos de un rey difícilmente coincide con la imagen de Jesús de Nazaret. Porque la imagen de un rey viene siempre acompañada de grandes castillos y palacios, de elegantes vestidos y cenas suntuosas. De pajes y siervos que rodean a sus majestades para darles mayor bienestar. Pero, ¿qué rey nace en un establo de animales, vive de su trabajo humilde de artesano, no tiene dónde reclinar la cabeza, se junta con un grupo de obreros de mar, y entre sus amigos están los más pobres y necesitados? De primera impresión podemos afirmar espontáneamente que este no es un rey ni mucho menos.
Pero si nos acercamos a observar más detenidamente sus obras, descubrimos algunos rasgos que nos hablan de su realeza. El rey es alguien que tiene dominio y a quien a su voz de mando, se le obedece. Y, en efecto, descubrimos en Jesús un extraordinario dominio sobre las personas, las cosas, y aun la naturaleza. ¿Quién es este, decían sus discípulos, que hasta los vientos y las olas del mar le obedecen que manda a una piara de cerdos y estos salen huyendo y se ahogan en el mar, que transforma unas garrafas de agua en vino de excelente calidad?. Demostraba un dominio extraordianrio sobre las condiciones físicas de la misma naturaleza. Pero no solo sobre ella, sino también sobre las personas y la vida misma. ¿No fue Él quien hizo que la hija de Jairo volviera a la vida, que resucitara a su amigo Lázaro después de cuatro días de enterrado, que hiciera salir vivos de sus sepulcros a muchos muertos en el momento de morir en la cruz?
Más aún, donde Jesús demuestra todo su Señorío es enfrentándose con las fuerzas del mal. Los demonios tenían al mundo bajo su satánico control, pero ante la voz autorizada de Jesús, sufrieron su más terrible derrota. ¿Quién es este que hasta los demonios le obedecen?, decía la gente.
No cabe duda pues, que viendo a Jesús actuar, descubrimos que estamos ante un verdadero Señor. Es un rey que muestra su grandeza real en sus actos como también en la manera como trata a sus súbditos, los hombres. Se preocupa de cada uno, de su problemática, de sus aspiraciones, y su único objetivo es que cada hombre alcance la meta final de su vida, su realización total en el encuentro definitivo y eterno con Él. Y por eso, Él, como rey, invita a cada hombre y cada mujer a seguirlo, y a luchar junto con Él contra los males que buscan perder al hombre en el infierno. Es pues un rey que sale a la lucha con cada uno y con quien se tiene asegurada la victoria final, según la genial inspiración de San Ignacio de Loyola en los Ejercicios Espirituales. Este triunfo lo demostró Jesús finalmente con su propia resurrección.
Por eso, no nos queda sino concluir esta reflexión con el hermoso ofrecimiento de los Ejercicios espirituales:
“Señor de todas las cosas, hago oblación con toda voluntad de seguirte para que sufriendo contigo pueda llegar al triunfo junto contigo. Me comprometo a trabajar y luchar contigo para la extensión de tu reino en todos los pueblos y en todos los corazones.
¡Vaya privilegio!, trabajar con el Rey de reyes.
Y ahora viene el momento más importante
Y bien, amigos, así terminamos esta breve reflexión dominical.
Pero ahora viene el momento más importante: tu encuentro personal con el Señor Jesús.
Toma, pues, el texto del evangelio en tus manos, San Juan, capítulo 18, versículos del 33 al 37, y trata de sentir lo que el Señor te quiere comunicar.
El Padre Javier San Martín, agradece tu presencia, Y hasta el próximo domingo.